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NECROLÓGICAS

Manolo Pilares, escritor fiel

"Un escritor furtivo y de tercera regional"; copio las palabras de la dedicatoria del último libro que me envió Manolo Pilares, titulado, con la misma simplicidad, Cuentos. Murió el domingo. "No he corregido las erratas, porque, en mi caso, siempre mejoran el texto", añadía. Fiel a su humildad, fiel a todo: a las novias de su juventud que le dieron el nombre literario, Pilares (porque varias se llamaron Pilar; su verdadero nombre, Manuel Fernández Martínez, Oviedo, 1921); a sus amigos de siempre, del pozo de los años, del café de Gijón; a sus.creencias, o sólo de afinidades. Aun la última vez que le vi llevaba en su boina -fidelidad asturiana, fidelidad a su primer trabajo de ferroviario, a su proximidad a las minas- una enorme insignia de algo soviético, no sé si del Dinamo o algo así, y llevaba en la cartera fotos de su viaje más reciente y las enseñaba: no ya los bulbos de una iglesia ortodoxa convertida en museo del ateísmo -no había cruz, ayer, en su esquela; pudo haber una hoz y un martillo, una estrella de cinco puntas-, sino la de un guardia que le puso una multa en Moscú (conservaba el recibito), o la de unos niños que pasaban por no sé dónde, quizá Samarcanda. Debió de creer siempre en el paraíso de los trabajadores. Ni siquiera puede transmigrar a él; pero nunca lo sabrá.Fiel a la humildad, tan rara en un escritor, su oficio era el de guionista de cine, que es la manera de escribir que más se sacrifica al anonimato, que meitos pretende la vanidad, aunque su director habitual, Fernando Fernán-Gómez -la amistad, también, conservada en el fondo del viejo pozo- pusiera su nombre en buenos caracteres del genérico, y junto al suyo.

Su amor literario: el poema y el cuento. Fugaz, brevísimo a veces. Breve.fue su primera noVela, El andén, nacida de su oficio ferroviario, y los relatos o Historias de la cuenca minera. Su último libro de poemas se ha publicado hace menos de dos años: el Tercer libro de antisueños. Un nombre claro: de antipoeta.

Hubiera podido tener orgullo y vanidad; el cuento, se sabe, es un género difícil, quizá más difícil que la novela si se hace bien, y él los hizo con valentía y fuerza; con bondad, con esa sencillez de la palabra que era la de los seres humanos a los que amaba. Eran ellos los humildes, y no su trabajo, medido objetivamente dentro de una calidad literaria. Y eran alegres, y joviales.

"Ninguno de nosotros vivirá mañana. Eso de que los muertos están en el pasado, en el ayer, es una solemne tontería. Los muertos están en el mañana. Y en el mañana los encontraremos". Copio estas palabras de un cuento de Manolo Pilares, para que se ponga él mismo su epitafio. Son una síntesis de su optimismo histórico, de su creencia en un mañana de todos, incluso de los que murieron por ese mañana. Habrá que sacar optimismo de algún sitio para dejarlo, como una flor roja, en su cadáver.

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