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Los diplomáticos españoles en la URSS se rebeláron contra su embajador por negar el colapso soviético

Los diplomáticos adscritos a la Embajada de España en Moscú se rebelaron en octubre contra su embajador, José Cuenca Anaya, a causa de la visión de la URSS 4ue comunicaba a Madrid, empeñada en negar la irrupción de los nacionalismos, así como por las trabas que hallaban para desarrollar su trabajo. El enfrentamiento en la representación diplomática, donde el jefe de misión y sus subordinados llegaron a no dirigirse la palabra, supuso que la información suministrada por telegrama al Gobierno español sobre el colapso de la URSS y la caída de Mijaíl Gorbachov fuese muy deficiente. "La embajada estuvo casi paralizada", comentó un alto cargo de Exteriores, que pidió no ser citado por su nombre.

Para poner fin a esta situación y con el propósito de ganarse la confianza de las autoridades rusas, que habían sustituido a las soviéticas, el titular de Asuntos Exteriores, Francisco Fernández Ordóñez, decidió a finales de diciembre relevar a Cuenca y sustituirlo por Eugenio Bregolat, nombrado embajador el 14 de febrero (EL PAÍS del 31 de diciembre).Enric Panés, ministro-consejero de la Embajada, actuó ante el subsecretario de Exteriores, Máximo Cajal, como portavoz de sus compañeros en Moscú, según indicaron fuentes de varios sectores de la Administración. Le expuso dos revindicaciones fundamentales: la urgente necesidad de informar a Madrid sobre la emergencia de los nacionalismos y su aspiración de superar el veto del embajador que les impedía mantener contactos con la sociedad soviética y moverse por el país.

Aunque Panés no lo dijo explícitamente, quedaba claro que, si. los diplomáticos en Moscú se veían obligados a permanecer de brazos cruzados, solicitarían en breve su traslado a otros destinos. Cajal les pidió paciencia y discreción, y el ministro les dio satisfacción en diciembre.

Cuenca, "buen profesional"

Panés aseguró, sin embargo, a este periódico que se limitó a comunicar a título personal al subsecretario algunas opiniones sobre las que no quiso ser más explícito. Cuenca, que prepara actualmente su mudanza a Madrid, no pudo ser localizado por este corresponsal, pero el secretario de Estado de Cooperación Internacional, Inocencio Arias, afirmó el miércoles ante la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso que el relevo de este "buen profesional" era debido a que, con sus cinco años de estancia en Moscú, había rebasado la duración media del destino de un embajador estimada en tres años y medio.

Arias insistió también en que, a pesar de la cordial relación entre Gorbachov y el presidente Felipe González, la apuesta española por la perestroika no fue mayor que la del resto de Occidente. "Fue homologable", recalcó.

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El desconocimiento durante meses por el Gobierno español de la figura del presidente ruso, Borís Yeltsin, y, en general, del auge de los nacionalismos en la URSS es atribuido por algunos círculos diplomáticos a, entre otros factores, la información oficialista transmitida por Cuenca. El embajador ha ejercido en Presidencia una gran influencia porque es amigo íntimo del que fue hasta abril director del Departamento Internacional de Moncloa, Juan Antonio Yañez.

Cuando, en abril de 1990, antes de ser elegido presidente de Rusia, Yeltsin visitó por primera vez España, Felipe González se negó a recibirle. Tras su primera entrevista, en julio de 1991 en Moscú, Yeltsin anunció que, había sido invitado a España por González, pero el séquito presidencial español se apresuró en puntualizar que un jefe de Gobierno no podía invitar oficialmente al de una región por muy grande que ésta fuese.

El Ejecutivo español estuvo, en agosto pasado, entre los primeros del mundo en condenar el golpe en la URSS. Tardó, en cambio, Más de 48 horas en ponderar la resistencia al golpe de Yeltsin y en ponerse en contacto, a través de la Embajada de España, con el Ministerio de Exteriores ruso, que había sustituido al soviético, dirigido por Alexándr Besmértnij, cuya ambigua actitud durante la intentona provocó su cese.

Invitación a Gorbachov

Con la misma rapidez con la que se opuso al golpe de Estado González invitó a España, por carta y a título personal, a Gorbachov el mismo día -el 25 de diciembre- en que dimitió de la presidencia de la URSS. El Rey también le escribió para hacerle la misma oferta. En su último viaje al extranjero como jefe de Estado, Gorbachov estuvo en octubre en Madrid y en más de una ocasión ha declarado que, cuando vuelva a salir de su país, España será su primer destino.

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