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Yeltsin acelerará y revisará la reforma económica

El presidente de Rusia, Borís Yeltsin, mostró ayer ante el Parlamento su voluntad de acelerar el proceso de reforma económica y de efectuar algunas correcciones a la línea seguida hasta ahora, especialmente para "asegurar mejor la protección social de la población" y potenciar el aumento de la producción. Yeltsin especificó que es el momento de impulsar la reforma agraria, básica para conseguir que se recupere la producción de alimentos y la escasez no vuelva a apoderarse de las tiendas rusas el próximo invierno. El líder ruso sorprendió a los diputados al anunciar que la tarea de supervisar la reforma agraria se la había encargado al vicepresidente, Alexandr Rutskoi, su principal rival en la esfera gubernamental.

Ese anuncio provocó carcajadas en la sala porque ya Mijaíl Gorbachov encomendó en su día una larea similar a su principal oponente en la dirección comunista, Yegor Ligachov. Presidente y vicepresidente se reunieron el miércoles durante dos horas, tras las cuales el segundo aseguró que se encontraba "de buen humor". Rutskoi se está definiendo como un líder de oposición con declaraciones a la prensa en las que cada vez subraya más sus posiciones nacionalistas. El miércoles dijo en una entrevista que debía restablecerse "un Estado democrático único en el territorio euroasiático", eufemismo con el que parece referirse a la antigua Unión Soviética.Aunque el encargo de supervisar la agricultura pueda responder a una maniobra para tratar de neutralizar a Rutskoi dándole responsabilidades específicas, lo cierto es que la reforma agraria se está convirtiendo en un elemento clave en la política económica del Gobierno, después de que el último Consejo de Ministros de 1991 aprobara un decreto que establecía la igualdad de derechos entre los agricultores privados y las unidades de producción del Estado, así como el derecho del agricultor a vender las tierras que adquiera en propiedad.

Tierra y ganado

El objetivo es lograr que antes de la siembra, en primavera, las explotaciones estatales no rentables estén privatizadas y sean creados los suficientes incentivos como para que los nuevos propietarios agrarios se pongan a trabajar la tierra y a criar ganado, con el fin de que no se repita la desastrosa situación de este año. Según cifras oficiales hechas públicas el martes, en Rusia sólo queda carne de vacuno y de pollo para 19 días, aceite vegetal para 20 días, mantequilla para un mes y azúcar para 41 días. El Ministerio de Comercio calcula que, a pesar de la falta de divisas, Rusia necesita importar 2,5 millones de toneladas de carne, 100.000 de leche concentrada, medio millón de mantequilla y 4 millones de azúcar.

"Los campesinos rusos tienen libertad para transformar sus koljoses en granjas privadas, empresas agrarias o cooperativas", afirmó el miércoles Guennadi Búrbulis, primer viceprimer ministro, ante el Congreso de lo Campesinos de Rusia. "El Gobierno", agregó, "defenderá los intereses de los agricultores y regalará sus relaciones con los monopolios del Estado". Los altos precios que imponen empresas monopolistas a las materias primas y a la maquinaria agrícola, por un lado, y las condiciones que imponen los deficientes monopolios de distribución complican notablemente la reforma, en opinión de los agricultores. El mismo miércoles, otro vicepresidente ruso, Yegor Gaidar, firmó un acuerdo con una asociación de granjeros privados por el que el Gobierno ruso se compromete a prestar ayuda financiera y a crear estímulos económicos para la producción.

La comparecencia de Yeltsin ante el Parlamento ruso estaba convocada específicamente para dar cuenta de sus viajes al Reino Unido, Estados Unidos, Canadá y Francia. Precisó con detalle el valor de los créditos que ha obtenido en cada uno de los países y subrayó como logro importante que Occidente había empezado a darse cuenta de que la ayuda humanitaria debe ir acompañada de una colaboración a largo plazo. Y volvió a ligar su fracaso con el advenimiento de la dictadura: "Se están percatando de que las reformas en Rusia no son un asunto interno, sino que son algo fundamental para el nuevo orden mundial. Si la reforma fracasa, el mundo deberá afrontar inestabilidad, conflictos fríos y calientes y una nueva carrera de armamentos".

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