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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Euroempresarios

LO MÁS importante de la cumbre empresarial celebrada en Madrid sobre el tema La empresa española en la nueva Europa es su propia celebración. Destacar este aspecto de la reunión no equivale a negar interés a sus contenidos, sino a reafirmar la urgente necesidad de que los distintos agentes económicos y sociales asuman el reto del mercado único europeo como un compromiso propio.Nunca se subrayará lo bastante que los grandes asuntos a que se enfrentan ahora mismo los españoles -la definitiva europeización de la economía, la pacificación del País Vasco, la culminación del Estado autonómico, la lucha contra las corruptelas y contra la droga- exigen la participación y el protagonismo de todos. Desde luego, de las administraciones (y no sólo una), pero especialmente de la sociedad: el ejemplo más reciente de la contundencia y la eficacia del compromiso ciudadano lo simboliza perfectamente la gran manifestación contra la violencia etarra celebrada el sábado pasado, convocada por una organización popular, Gesto por la Paz.

La convergencia de la economía española con la europea es uno de esos grandes asuntos en que resulta imprescindible la movilización de la sociedad, porque afecta a todos los sectores y replantea todas las cuestiones. La reunión de la CEOE tiene la virtud de romper solemnemente esa dinámica -más bien estática- de cierta somnolencia social y de apartamiento del problema. En este sentido, su misma celebración resulta una invitación a otros colectivos, organismos y entidades. Más aún cuando la patronal fue una de las entidades que más críticamente -tanto en el sentido de exigencia como en el de prevenciones- abordaron en la pasada década la integración de España en la Comunidad Europea.

El muy positivo juicio sobre esta actitud general no se puede repetir exactamente, sin embargo, acerca de las propuestas y conclusiones planteadas en la reunión, no tanto porque sean inconvenientes, sino por su carácter genérico, no sobrado de imaginación y de concreción. El mensaje global sobre la actitud de la patronal ante la estrategia de convergencia económica y su instrumentación concertada adolece todavía -quizá no podía ser de otra forma, dadas las características del encuentro- de una falta de definición.

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Otros asuntos acompañaron la puesta en escena del debate: las críticas al intervencionismo y a los sindicatos y la alabanza de la economía de mercado. El argumentario doctrinal antiintervencionista y de rechazo genérico al sector público desplegado en la cumbre resultó esquemático y susceptible de lectura en clave de ambivalencia: tendrá más credibilidad en tanto no lo contradigan los focos de actitudes proteccionistas todavía vigentes en distintos sectores de nuestro empresariado. De lo contrario, se corre el peligro de defender la liberalización general para los demás y el proteccionismo en beneficio particular.

Se echó en falta también que la demolición de las posiciones de los sindicatos -¿acaso alguien esperaba encendidas loas al antagonista?- fuese acompañada de una crítica a las rigideces que perduran en el propio campo del empresariado en el camino hacia la convergencia económica con los países europeos más avanzados, particularmente hacia las conductas inflacionistas imperantes en el sector servicios.

Y en las alabanzas a la economía de mercado pesó demasiado una retórica autocomplaciente por la contemplación del fenómeno del hundimiento de los sistemas autoritarios de economía planificada. Por más que ese exceso de satisfacción sea comprensible en el foro empresarial, no deja de resultar ya algo sobrepasado por los acontecimientos. La dialéctica actual no se plantea ya entre el mercado y su ausencia: el gran reto presente del mundo liberal radica en cómo adaptar y dinamizar la economía social de mercado para atraer eficazmente e integrar en la modernidad a los países a los que la ausencia de mercado y de libertad democrática han catapultado hacia el caos.

La cumbre patronal ha recibido algunas críticas desautorizadoras desde la simpleza analítica y el verbalismo precapitalista que desea aparecer como avanzado. Según éstas, la presencia de los líderes de la derecha y del centro-derecha políticos y del Gobierno en la reunión funde a todos -empresarios, Partido Popular, Convergéncia, Gobierno socialista...- en un magma unívoco, un bloque sin diferencias articulado por el interés más primitivo y el espíritu de cruzada antisindical. Desde esa mentalidad de antigualla demagógica no pueden entenderse las posiciones diferentes de los distintos actores presentes en la representación, ni el carácter alternativo de sus posibles propuestas concretas, ni lo que debe exigirse a cada uno de ellos en términos de coherencia y eficacia. Es mucho más fácil arremeter que estudiar.

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