El doctor Ballesteros intentó suicidarse un mes antes de su detención
Dionisio Ballesteros, de 52 años, el cirujano encarcelado como inductor del asesinato de otro médico (véase EL PAÍS de ayer), intentó suicidarse el pasado diciembre, un mes antes de su detención. Ballesteros ingirió barbitúricos y estuvo ingresado en cuidados intensivos, a punto de morir. Un psiquiatra del Doce de Octubre -donde él trabajaba- le asiste en el hospital general de la cárcel de Carabanchel. El cirujano, aislado por orden judicial, sufre una fuerte depresión, según fuentes oficiales de su hospital.
Una depresión llevó a Ballesteros, jefe de sección de una de las unidades de cirugía general del hospital Doce de Octubre, a atentar seriamente contra su vida, según sus colegas. "Es una persona muy sensible. Fue una intentona muy grave y estuvo a punto de morir", dijo ayer Luis Jesús Rubio Sanz, jefe de política de: personal del centro sanitario.El cirujano comunicó en su momento a la dirección del hospital que acababa de ser detenido. El juez que investiga el caso solicitó al centro sanitario los antecedentes clínicos y enfermedades del médico, internado en el hospital Penitenciario de Carabanchel. "Desde entonces nos hemos; preocupado por su estado, corno compañero. Está aislado e incomunicado por orden judicial. Las únicas personas que le han visto, son su mujer y su hija y el psiquiatra que le asiste. Está muy deprimido", asegura su jefe de personal.Problemas matrimoniales
Ballesteros fue encarcelado el pasado día 21 de enero, acusado de actuar como inspirador de la muerte de un colega, el urólogo Eugenio Rivero Sánchez, asesinado de un tiro en la nuca el día 9 de junio del pasado año. Una de las hipótesis de la investigación es que el asesinato del urólogo tuvo un móvil de celos, según fuentes policiales. La mujer de Ballesteros, María del Carmen Artajo, trabaja como adjunta del servicio de Anestesia del hospital Gregorio Marañón, el mismo centro donde ejercía su profesión el asesinado doctor Rivero. Según diversos médicos del Doce de Octubre, en el hospital circulaba el chismorreo de que "su mujer y el doctor Rivero eran amantes". "Quizá él fue el último en enterarse de lo que se decía", comentaba ayer una fuente hospitalaria. "Antes del intento de suicidio, se comentó en un círculo amplio que su depresión estaba vinculada a sus problemas matrimoniales". "Le veíamos pasar por los pasillos absolutamente doblado", recuerda un compañero del hospital.
La esposa del médico desde hace 18 años, según un amigo que se encontraba ayer en el domicilio familiar, no quiso hablar. Mientras en medios policiales dominaba el mutismo sobre el asunto, en el que ha intervenido el Grupo VI de Homicidios de la Brigada de Policía Judicial, la noticia del encarcelamiento de Ballesteros sorprendió en el hospital Doce de Octubre a quienes nada sabían, y molestó a los que guardaban el secreto sobre la suerte de su respetado compañero.
De Ballesteros -el cirujano que asistió al ex alcalde de Madrid, Enrique Tierno Galván, en la enfermedad que le llevó a la muerte- casi todos hablaban bien. "La noticia se aireó en los últimos días", comentaba Rubio Sanz, el jefe de personal. "Es una de las personas más populares y queridas del hospital, desde luego", decía. "Nunca utilizó su posición política [había militado en el extinto Partido Socialista Popular con el viejo profesor y luego se afilió al PSOE] para tener algún cargo".
Ballesteros es un médico "progresista e inquieto", que hacía favores "sin cobrárselos en prepotencia y encantado". Un compañero comentaba: "Todo el mundo acudía a él cuando tenía un problema. Él siempre buscaba un hueco entre operación y operación para atenderte".
"¿Te has enterado ya?" "¿De qué?" "Si, hombre, el notición, lo del doctor Ballesteros", se informaban ayer por las escaleras dos chicas con aspecto de trabajar en algún despacho clave del hospital."No me lo creo"
Dos médicos hablaban un par de escalones más abajo de "aquel urólogo del Francisco Franco (ahora Gregorio Marañón)". Era la referencia a Eugenio Rivero, médico del hospital Gregorio Marañón asesinado en la mañana del 9 de junio en la calle de Diego de León cuando iba a comprar churros.
En la consulta de cirugía general A, donde habitualmente trabaja como jefe de sección Ballesteros, un residente de cuarto año pasa muy rápido las páginas del periódico. Sólo sabía que su jefe estaba en la cárcel. "Yo no me acabo de creer la historia. Los jueces decidirán", asegura muy consternado. "Es uno de los mejores cirujanos del hospital y una maravillosa persona, con los residentes era estupendo". "Es un médico genial, no le voy a decir más", comentaba una enfermera madura. Sus compañeros jefes de sección, los doctores Sierra y Cruz Vigo, no abrieron la boca.
En los corrillos de batas blancas del vestíbulo de las consultas, en el sótano, un residente de Alergias repite lo que ha oído en la radio: "Ah, ése que contrató a un delincuente para que se cargase al otro, ¿no?. Sus compañeros, apurando el vasito de café de máquina, no tenían ni idea. Dos médicos más maduros conversaban más allá. "Yo sólo se que ha estado malo", decía uno. "¿Pues no había un tal Landrú que se cargaba a las señoras? Mire, aquí somos como 600 médicos y habrá de todo, ¿no?: hasta travestidos".
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