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Una oveja negra en el desierto

Rasha al Sabaj, prima del heredero kuwaití, es la voz principal de la conciencia del régimen

Su parentesco con la familia real, el doctorado en Yale y el retrato dedicado de Margaret Thatcher enmarcado en plata resultan un tanto incongruentes cuando a Rasha al Sabaj se le escucha hablar de Kuwait en el pequeño salón de su casa. En líneas generales, el Gobierno está plagado de bribones, la oposición de timoratos y lo que separa a ambos es un golfo de borregos. La prima del príncipe hederedo y primer ministro, el jeque Saad al Abdula al Salim al Sabaj, es cualquier cosa menos una conservadora.Vehemente y locuaz, esta mujer de baja estatura que ha renunciado al título de sheija tiene una voz potente en el coro de críticos del sistema que sus parientes han controlado durante más de 200 años. Descalza, sentada en el sofá de un piso espartano, parece inofensiva. Cuidado. Con su fogosidad y filosofía liberal se ha ganado a pulso la fama de "oveja negra" de la corte del emir.

Rasha al Sabaj posee una artillería verbal considerable. No se le mueve un pelo cuando públicamente dice que su primo se ha rodeado de "payasos" ineptos, corruptos y sin escrúpulos.

Sus andanadas verbales le han hecho ganar adeptos y admiradores, pero Rasha no tiene intención de entrar en política. Tampoco podría: en Kuwait los partidos políticos no están reconocidos, y las mujeres, que se distinguieron en los siete meses de resistencia, no tienen derecho al voto. "Las aspiraciones de las mujeres están relegadas hasta el próximo siglo", dice Rasha.

La ocupación iraquí la empujó al exilio, donde escuchó al emir Jaber al Sabah prometer reformas que no se han cumplido. Eso la enfurece. El proceso de democratización va a paso de tortuga y la corrupción campea. Para Rasha al Sabaj, Kuwait se ha recuperado físicamente, pero necesita un urgente ajuste psicológico y político.

"Los problemas del país no pueden solucionarse exclusivamente con dinero", dice refiriéndose a las colosales inyecciones financieras que han permitido recuperar los servicios públicos en un tiempo relativamente breve. "Los arreglos pendientes son de otra naturaleza. Kuwait está cada día más dividido y confundido", afirma.

A Rasha al Sabaj le impresiona muy poco el actual papel de la oposición: una serie de dirigentes cuyo monótono discurso político hace años que ya no excita a nadie. Tampoco muestra confianza en una movilización de los kuwaitíes porque, dice, parecen conformes con su condición de mayoría silenciosa acostumbrada a ver todo desde un palco con aire acondicionado.

"Es tiempo de que esa mayoría silenciosa se levante y hable", dice con evidente frustración. "La ocupación iraquí fue un referéndum instantáneo", exclama. "¿Qué es lo que ha sucedido desde la liberación? Muy poco". O quizás mucho: el Gobierno ha aplacado las tímidas protestas de sus súbditos con dinero: ha perdonado deudas contraídas con la banca y ha elevado sueldos en un ejercicio que la oposición ve como una mera compra de lealtades.

Rasha al Sabaj acaba de descubrir que su apellido no la hace invulnerable. Sigue enseñando literatura en la Universidad de Kuwait, pero hace una semana perdió su cargo de vicerrectora de información tras denunciar un gigantesco despilfarro de fondos en la universidad. "No me van a callar", dice con una amplia sonrisa. La idea del paro no la asusta. Puede que sea una intelectual revolucionaria, pero, sobre todo, es una Al Sabaj.

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