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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Gibraltar electoral

CADA VEZ que en la colonia de Gibraltar se celebran elecciones, el hecho es motivo para que en España se produzca una renovada algarabía nacionalista. Se acusa entonces al Gobierno español de entreguismo por haber abierto la Verja cuando, se dice, debería haber mantenido un bloqueo que, por lo visto, tan buenos frutos estaba dando. En el fondo, ni bloqueo ni libertad de fronteras tienen nada que ver con la recuperación de Gibraltar por quien tiene derecho a ello, España. Y menos aún tiene que ver con la reivindicación española la renovación de un Gobierno en la colonia. Sin embargo, la aplastante reelección (con el 76% de los votos) del líder del Partido Social Laborista, Joe Bossano, de conocidas aspiraciones independentistas, ha estimulado la irritación de muchos sectores de la derecha española.Olvidan éstos que el único cambio factible del statu quo es el de la recuperación de la soberanía por parte española. Porque, ¿es factible la independencia de Gibraltar? No. ¿Es conseguible su reintegración a España por la fuerza de las armas o de la presión económica? No. En las últimas décadas, los dos únicos factores nuevos en el contencioso han sido la instauración de la democracia en España y el hecho de que, desde 1986, el Reino Unido y España sean socios en la CE y aliados en la OTAN. Está demostrado que la recuperación de la libertad por los españoles no influye más que de manera muy remota en el ánimo de los gibraltareños; lo que preocupa a éstos es su libertad y no la del vecino. La insólita pervivencia de una situación colonial entre dos países aliados deriva de que la colonización precede en casi tres siglos a la alianza, y no se trata de la independencia de un país, sino de su reintegración pactada a su antigua metrópoli.

Asiste a España el derecho a impedir que se ex tiendan a Gibraltar beneficios comunitarios como los de libre tránsito de personas, capitales y servicios. Pero si el Gobierno quiere resolver sin traumas la historia, debería dejar de trasladar a la Comunidad Europea sus deseos de bloqueo. Al contrario, debería aprovechar su pertenencia a ella para encontrar los recursos necesarios con los que acabar el problema. El asunto de Gibraltar es uno en el que la paciencia y el pragmatismo resultarán premiados al final. Un buen paso fue la oferta realizada en Londres por Felipe González para establecer una cosoberanía hispano-británica sobre el Peñón. Lo que hace hoy impracticable el plan es que la mayoría de los llanitos rechaza cambios constitucionales en el status de la colonia. Y es sabido que Londres somete tales alteraciones a su voluntad. ¿Querríamos los españoles cambiar la vida de los gibraltareños contra su deseo?

Es preciso ser mucho más prácticos. La única manera de conquistar a los gibraltareños es hacerles ver que, aun cuando puedan conservar en el futuro un régimen especial de minorías, sólo en la unión con España obtendrán ventajas reales. La fórmula: acabar con el régimen fiscal separado, terminar con el contrabando, y después, invertir cantidades ingentes de dinero en el desarrollo de toda el área del Campo de Gibraltar, encomendando su administración a un consejo conjunto Campo-Gibraltar. Y mientras tanto, construir un nuevo y moderno aeropuerto en Algeciras, ofreciendo su utilización a las compañías que sirven a Gibraltar y haciendo ver que el aeródromo del istmo es una antigualla inútil. Finalmente, el Gobierno español debe dejar de considerar a Joe Bossano como un delincuente al que no debe concederse la palabra: le han elegido el 76% de los gibraltareños, y en la buena voluntad de éstos está la recuperación del Peñón. A Bossano debería vérsele con más frecuencia en Algeciras, en Sevilla y en Madrid hablando de cuanto interesa a su gente, defendiendo sus intereses.

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