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Tribuna:LA POLÍTICA DE LOS PASOS SUBTERRANEOS
Tribuna
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En pro del 'microurbanismo

El Ayuntamiento de Madrid amenaza de nuevo con un paso subterráneo, esta vez en uno de los puntos más monumentales de la ciudad: el entorno del Palacio Real. Con la excusa de peatonizar la plaza de Oriente, nuestros responsables municipales pretenden volver a perforar el subsuelo urbano para hacer realidad una ingeniosa idea lanzada por el alcalde: "Enterrar los coches".El pueblo de Madrid ha sido obsequiado recientemente por su Ayuntamiento con varias de estas operaciones, todas ellas polémicas, que ya han producido algunos tristes efectos. Así, el paso construido bajo la plaza de Cristo Rey no sólo no ha servido para evitar los atascos a la entrada de la carretera de La Coruña, sino que ha ii1troducido un trozo de autopista un poco más dentro del sufrido corazón de la ciudad. Y el de la plaza de Castilla, además de producir un resultado semejante, se ha cobrado ya algunas víctimas mortales.

La técnica urbanística de Introducir las autopistas en las ciudades proviene del desarrollismo de los años sesenta, cuando se decidióar primacía al automóvil sobre el peatón en los centros urbanos. Para ello se cambió el concepto de acera como paseo, para dejarla reducida a una estrecha franja de paso alrededor de los edificios. Todo el espacio sobrante quedó así, asfaltado, a disposición de los vehículos.

Gracias a estos procedimientos, algunas ciudades europeas han quedado casi irremediablemente convertidas en gigantescos nudos de autopistas entre las cuales quedan algunos huecos para edificios y peatones. Bruselas o Stuttart son ejemplos significativos, y ya hace años que han empezado a poner los medios para devolver parte de la ciudad a los ciudadanos. Otras ciudades, como Londres, supieron conservar su tejido tradicional y dejar estas intervenciones para las zonas periféricas.

En estos momentos, uno de los índices que denotan la calidad de vida de una ciudad es el ancho de sus aceras y la posibilidad de poder pasear por ellas sin la amenaza de los automóviles. Y es que el tratamiento del suelo como plano fundamental de la actividad humana es un tema crucial no sólo para la arquitectura, sino también -y en mucha Mayor medida- para el urbanismo. Y el suelo urbano permite pocas y muy cuidadosas variaciones de su carácter eminentemente continuo y horizontal. La prueba es que cualquier modificación de su estructura supone crear a su alrededor zonas conflictivas en las que los peatones son siempre los que salen más perjudicados.

Zonas inhóspitas

Por ello, las actuales tendencias del diseño, urbano están apostando por humanizar las ciudades devolviendo el dominio de su suelo al ciudadano. Al ciudadano de a pie, se entiende. En lugar de cortar su tejido con vías rápidas, se están extendiendo calles y avenidas para urbanizar así lo que antes eran zonas inhóspitas.

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Según estas tendencias, el problema del tráfico en la ciudad tradicional se ha de abordar como una cuestión de convivencia entre dos tipos de circulación -la peatonal y la rodada-, considerando siempre que, en caso de conflicto, la preferencia siempre debe estar de parte del más débil, es decir, del ciudadano peatón. Y esto no se resuelve enterrando los coches -que en algún momento habrán de salir del túnel-, sino ampliando las aceras, multiplicando y protegiendo los cruces peatonales en todas las intersecciones, rodeando las zonas de paso no sólo con los famosos bolardos, sino también con otros elementos de mobiliario urbano de aspecto menos defensivo, como árboles, jardineras, bancos, quioscos, cabinas telefónicas, etcétera.

Los coches, por su parte, deberían ser obligados a circular por estrictos canales bien señalizados y claramente diferenciados de las zonas de estacionamiento. De este modo se podría lograr un principio fundamental de la ciudad humanizada: la continuidad y seguridad de la circulación peatonal.

Madrid es actualmente un gigantesco atasco, pero también un desmesurado y descontrolado aparcamiento en el que los coches invaden impunemente el dominio de los peatones. Resulta patético contemplar las dificultades que un ciudadano normal encuentra en su caminar, pero este patetismo se torna simple y llana injusticia en el caso de personas que sufren alguna minusvalía fisica, quienes se encuentran literalmente atrapados en las aceras.

Nuestro Ayuntamiento parece haber hecho dejación de funciones en cuanto a la protección de los derechos del peatón. Lo único que se le ocurre es perforar el subsuelo con actuaciones que, además de beneficiar exclusivamente a algunas empresas constructoras, son irreversibles.

No es dificil imaginar que con las ingentes cantidades enterradas en estas operaciones de imagen se podrían mejorar sustancialmente nuestras calles con pequeñas * intervenciones gestionadas directamente por cada uno de los distritos. Este microurbanismo es el que más puede hacer por aumentar la calidad de vida del ciudadano de a pie, y el que le hará comprender que las autoridades se preocupan realmente por su bienestar.

Pero con los pasos subterráneos, este Ayuntamiento ni siquiera hace gala de su talante conservador. Sus actuaciones son sencillamente retrógradas.

Jorge Sainz es profesor titular de Análisis de Formas en la Escuela de Arquitectura de Madrid.

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