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Sadam Husein: "Triunfó el bando de los infieles, el vicio y la corrupción"

El presidente iraquí, Sadam Husein, aprovechó ayer el primer aniversario de su desastrosa campaña en el Golfo para admitir, oblícua pero definitivamente, que la Madre de todas las Batallas fue una derrota militar. En el principal acto conmemorativo del estallido de la guerra provocada por la invasión de Kuwait, el líder iraquí prometió reconstruir la economía y las defensas de su país, devastado en los 42 días de la ofensiva aliada que encabezó por Estados Unidos.

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Sadam Husein consiguió darle la mayor solemnidad posible a su nueva interpretación de la historia. Vistiendo su uniforme de mariscal de campo, firme la voz, se presentó ante su pueblo para corregir lo que con tanta insistencia había venido diciendo desde que su Ejército fue expulsado de Kuwait el 26 de febrero pasado. Sadam tuvo que recurrir a un recurso elíptico, invocaciones teológicas y no pocos eufemismos para no tener que reconocer abiertamente la aplastante victoria aliada.Para el presidente iraquí, el resultado de la guerra del Golfo fue la imposición de fuerzas de 33 países en una batalla desigual contra Bagdad.

"Desde el punto de vista material y convencional el conjunto de los fieles fue derrotado y triunfó el bando de los infieles, el vicio y la corrupción", declaró Sadam. Irak, dijo, podría atribuirse al menos una victoria moral: "En este enfrentamiento se logró un milagro. La fé triunfó sobre el ateísmo. El bién triunfó sobre el mal".

"Las tropas iraquies fueron superadas en número por las fuerzas de Satán y la traición", dijo en una referencia obvia a Estados Unidos y los países árabes encabezados por Arabla Saudí, Egipto y Siria que se sumaron a la Operación Tormenta del Desierto lanzada, ayer hace un año, con la más recia ofensiva aérea de la historia.

Sadam dijo a sus compatriotas que no era hora de lamentaciones sino de sentirse orgullosos por lo que describió como una heroica campaña contra fuerzas infieles. "Hoy es el día del orgullo y la gloria, y es el día en que el enemigo es más que nunca merecedor de la ira de Alá", dijo. Y añadió que los enemigos de Irak pulverizaron gran parte de la infraestructura del país con más de 100.000 toneladas de bombas, un castigo injusto e inmerecido que, según dijo, no debe erosionar la fé en el futuro.

Recurso al Corán

Su discurso incluyó varios pasajes del Corán, un recurso al que Sadam recurrió desde el inicio del conflicto para tratar de dar una justificación divina a su guerra santa contra Occidente, al que acusa de ser causante de las calamidades que afligen a los 17 millones de iraquíes como consecuencia del embargo económico internacional.

Sadam se abstuvo de dar cifras oficiales de bajas para no contrastar con las difundidas por Estados Unidos, que en diversas ocasiones han oscilado entre 100.000 y 200.000 iraquíes muertos. Tampoco se refirió a las reformas políticas que ofreció a los iraquíes hace un año para desactivar las sublevaciones de los kurdos, en el norte, y de los shiíes, en el sur del país.

Lo que no dejó escapar fué la oportunidad de acusara su viejo enemigo, Irán, de fomentar la violencia en el sur y de prestarse a tácticas de engaño promovidas por los aliados. Según Sadam, fueron los aliados los causantes de la muerte y destrucción en el sur, y no la Guardia Republicana ni las fuerzas especiales de Bagdad las que bombardearon despiadadamente los bastiones shiíes poco después de la retirada iraquí de Kuwait.

En una clara advertencia de que su Gobierno no renunciará a sus ambiciones de convertirse en una potencia regional, el presidente iraquí prometió la reconstrucción del país, de su infraestructura económica e, incluso, de su capacidad defensiva y tecnológica.

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