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El islamismo a una hora de Madrid

Ya no se descarta que a menos de una hora de vuelo de Marsella, de Roma y de Madrid nos encontremos con un Estado argelino islamista.Por mucho que quieran tranquilizarnos los expertos en temas de Oriente diciéndonos que estos islamistas se parecerán más a los de Arabia Saudí que a los de Irán, en principio nada nos obliga a creerles, puesto que se han equivocado a menudo y, además, yo no veo en qué es superior la civilización política y religiosa de Yeda y de Riad a la de Teherán y Chiraz.

Sin duda, puede responderse que los saudíes son aliados de Occidente y sobre todo de Estados Unidos. Eso no les impide ser los cabecillas de todos los movimientos islamistas y proporcionarles no sólo material de propaganda y ejemplares del Corán, sino también folletos antisemitas. De esta manera, se ha visto circular a la vez en El Cairo, en Túnez y en Argel una reedición en árabe editada por los saudíes de esa monstruosa falsedad fabricada a finales del siglo XIX bajo el imperio de los zares que lleva por título El protocolo de los sabios de Sión.

En cualquier caso, la victoria de los islamistas en la primera vuelta de las elecciones legislativas argelinas ha tenido un impacto considerable en todas partes. Cuando se difundió la noticia de los resultados, yo me encontraba en El Cairo y vi palidecer al grupo de intelectuales egipcios que me habían invitado. No sólo porque, para ellos, representa una regresión de la que se avergüenzan, sino porque, además, la consideran contagiosa. Según ellos, no hay razón alguna para que un campesino desheredado que se ve privado del bienestar proporcionado por el capitalismo y de la esperanza que antes prodigaba el comunismo se arroje en los brazos reconfortantes de los fanáticos.

Pero el impacto ha sido mucho más fuerte por tratarse de los argelinos, uno de los pueblos más próximos a Europa geográfica e históricamente; el pueblo más numeroso del Magreb (26 millones de habitantes) situado sobre el territorio más extenso (más de dos millones de kilómetros cuadrados); el pueblo que, después de su heroica guerra de 1954 a 1962, y gracias a su riqueza petrolífera, había impuesto su nuevo liderazgo en el Tercer Mundo y en el mundo árabe tras la muerte de Nasser.

¿A qué se debe la conmoción en los Estados europeos? A que el islamismo incita a la fecundidad, porque la, mujer argelina bate todos los récords de fecundidad (seis hijos de media) y porque no hay ningún plan de desarrollo que pueda llevarse a cabo con éxito en esos países si no va acompañado de una política de control de la natalidad. Dicho de otro modo, el número de habitantes de Argelia, que hace 30 años era la quinta parte del de Francia, dentro de 30 años será el doble que el de Francia.

En otras palabras, no hay ninguna razón para pensar que los islamistas serán capaces de retener en su territorio a una mano de obra joven, ávida y desprovista de todo. La inmigración aumentará en una proporción incontrolable, sembrando el desorden y la inestabilidad en los países que la acojan. Lo que se teme no es la religión islámica. Es su incapacidad para proporcionar empleo y crear riqueza.

Es interesante detenerse en las causas específicas del islamismo argelino. Yo propongo cuatro: el sistema político, el Maná petrolífero, la demografía y el deseo de acabar con la influencia francesa.

1. El sistema político nació de la insurrección. Fueron los caudillos de la guerra quienes constituyeron el partido único y quienes se apoderaron de un poder absoluto bajo control del Ejército. Establecieron un socialismo autoritario fuertemente influido por el nasserismo, por un lado, y por el colectivismo soviético, por el otro. La desastrosa opción de la industria pesada la copiaron, sobre todo, del modelo bolchevique. Este sistema, que podía justificarse por el hecho de que no había instituciones argelinas desde hacía un siglo, se transformó rápidamente en totalitarismo. Como todos los sistemas totalitarios, ha fracasado.

2. Los franceses dejaron a los argelinos el fruto de su descubrimiento en el Sáhara: importantes yacimientos de gas y de petróleo. Rápidamente, la joven república argelina se embriagó con su riqueza. No sabía que existe una gran diferencia entre el dinero que se encuentra y el dinero que se gana. Todos los economistas saben que pocas veces se sabe cómo utilizar el primero, mientras que el segundo circula en el sistema de distribución. Los argelinos empezaron a especular sobre sus recursos futuros, sin tener en cuenta que el precio del petróleo podía caer y que el mercado podía diversificarse. Recuerdo conversaciones con Huari Bumedián, el anterior presidente argelino. Creía dirigir un país rico y eso le hacía mostrarse dominante y seguro de sí mismo. Hasta se permitía el lujo de temer que sus compatriotas pudieran contaminarse con el dinero. "Vamos a convertirnos en los judíos del Gran Magreb. Pero es necesario que tengamos no sólo el dinero, sino, como ellos, también la inteligencia", me dijo con soberbia. Este falso maná petrolífero no ha hecho más que sumarse a las desgracias de la burocracia socialista. Este país rico carecía de todo. Tenía seguridad social y prestaciones públicas, pero sus habitantes tenían que hacer cola para: cualquier cosa.

3. El mismo presidente Bumedián, fortalecido por su poder y por su supuesta riqueza, animaba a las familias argelinas a que tuvieran el mayor número de hijos posible. "Podemos alimentar a 50, 60, 70 millones de argelinos",, afirmaba. Soñaba con que los argelinos fueran el pueblo más numeroso del mundo árabe. Esta avidez demográfica era un instrumento de poder al servicio de una ambición que se ponía de manifiesto en todas. las instituciones. internacionales. Jóvenes, bien formados, ebrios de superioridad, los diplomáticos argelinos tenían una reputación de arrogantes que superaba a la de los egipcios en los años cincuenta. Esta política demográfica resultó ser el desastre de los desastres. Fomentó el éxodo de la gente del campo, el urbanismo salvaje, la proliferación de las chabolas, el mercado negro y el exilio. En la región de París, la proporción de médicos argelinos es a veces igual que la de médicos franceses.

4. Finalmente -cuarta causa- está ese increíble matrimonio entre Argelia y Francia del que no logran librarse los argelinos. Jamás en su historia Francia se había entregado tanto fuera de sus fronteras como lo hizo en Argelia. Dividió ese territorio en departamentos franceses directamente integrados en la metrópolis. Echó raíces. Los argelinos colonizados, dominados, ocupados y despersonalizados también quedaron profundamente marcados por la influencia francesa. Comprendieron que para recuperar su identidad tenían que divorciarse de manera violenta, y eso es lo que hicieron con la guerra que empezó

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El islamismo, a una hora de Madrid

Viene de la página anterioren 1954. Después de haber ganado esa guerra y haber recuperado el honor con el sacrificio de casi un millón de argelinos (todavía no se sabe la cifra con exactitud), se creyó que los argelinos se habían vuelto intelectualmente independientes y sin complejos. No fue así, al menos para la mayoría.

Lo que mejor ilustra los problemas existenciales de los argelinos es su ausencia en la última cumbre de países francófonos -cuando nunca se ha hablado tanto francés, ni tan bien, como se habla ahora en Argelia-, mientras que los tunecinos, los marroquíes y los egipcios estaban presentes. Puede decirse que, en cierto modo, la huida hacia el isla mismo constituye, después de la guerra de 1954-1962, el segundo intento de los argelinos para matar a esa Francia que llevan dentro. Los dirigentes islamistas de Argel (uno de ellos estudió en Londres) tendrán más facilidad para tratar con Roma, y con Madrid o Lisboa, que con París. Porque la comunidad árabe-musulmana en Francia constituye una sociedad dentro de la sociedad, si no un Estado dentro del Estado. Los islamistas de Argel consideran que esta sociedad está corrompida, pervertida y en proceso de secularización por obra de la democracia francesa. Quieren reconquistarla.

Dicho esto, es posible que presenciemos dentro de algún tiempo un despertar libertario. Está el bastión libre del irredentismo cabil que no se ha visto afectado por el islamismo. Está toda una juventud que, después de la rebelión de 1988, le ha cogido el gusto a todas las libertades, incluidas la de prensa y la de escuchar y componer rock and roll. Están, por último, las mujeres argelinas, muy influidas por la televisión y la prensa occidentales, que se acuerdan de las heroínas que se unieron a la resistencia y que no aceptan de buen grado la sumisión. En el Magreb no han terminado los desórdenes. No han hecho más que empezar. Curioso año nuevo, que ve desaparecer a Gorbachov y progresar al islamismo.

es director de Le Nouvel Observateur.

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