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Un coche bomba provoca una veintena de muertos y más de un centenar de heridos en Beirut

Un Mercedes gris de aspecto inofensivo pero cargado con 100 kilos de explosivos y depósitos extra de gasolina transformó ayer una calle de Beirut en un furioso volcán de llamaradas y metralla. Según los primeros informes, la explosión mató a por lo menos 20 personas e hirió a 11 S. Este ha sido el atentado más sangriento desde que el Gobierno libanés declaró formalmente el fin de la guerra civil, en octubre del año pasado.

JUAN CARLOS GUMUCIOLos libaneses habían comenzado a vencer el escepticismo tras década y media de carnicería e incontables planes de seguridad. Muchas de las víctimas del coche bomba, que estalló en una bulliciosa esquina del barrio musulmán de Al Basta, habían salido de compras para festejar esta noche la llegada de 1992, el "año de la consolidación de la paz".Quienes colocaron la bomba cumplieron por lo menos tres objetivos: demostrar que el retorno a la tranquilidad total es una quimera, que la presencia del Ejército sirio en la capital libanesa no es una garantía y, sobre todo, provocar el mayor número de víctimas posible.

El maletero del Mercedes estaba repleto de clavos y chatarra: fue un coche bomba diseñado según el más macabro estilo libanés.

"Dos vendedores ambulantes habían provocado un atasco en la calle. Bocinazos y genten por todas partes. Luego vino el flash. La explosión me tiró contra la pared", dijo Nasif Atala, un corpulento comerciante que estaba a 200 metros del Mercedes.

"Cuando salí a la calle vi varios edificios en llamas y coches que ardían desperdigados por todas partes. Luego vinieron los alaridos, el ruido de cristales que caían desde los edificios más altos, las sirenas, los disparos al aire, las nubes de humo negro", sigue Atala. En suma, la explosión de ayer produjo una escena familiar que los beirutíes habían comenzado a tratar de olvidar.

Tres hipótesis

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Como es costumbre en Líbano, ninguna de las bandas clandestinas activas en Beirut se atribuyó la responsabilidad del atentado. En Líbano hay que limitarse a las conjeturas, y en este caso eran por lo menos tres.

La explosión ocurrió a poca distancia de un puesto de control del Ejército sirio, por lo que no se descarta que los terroristas hubieran elegido exclusivamente ese objetivo como un ataque contra el Gobierno de Damasco.

Por otra parte, Al Basta es un bastión del proiraní Partido de Dios, o Hezbolá, la facción más aguerrida en la creciente campaña contra la ocupación israelí en el sur de Líbano. El Hezbolá ha sido artífice de una serie de atentados contra intereses occidentales y se le asocia íntimamente con la ola de secuestros de extranjeros. ¿Se trata acaso de un acto de venganza contra las fuerzas proiraníes? Seguramente, jamás se sabrá.

La tercera y menos probable hipótesis sostiene que la bomba pudo estar dirigida contra el ex primer ministro Chafic Wassán, cuyo coche acababa de pasar al lado del Mercedes aparcado. Dos de sus guardaespaldas resultaron heridos por la tormenta de metralla que se abatió sobre la calle.

"Pobre Líbano"

Horas más tarde, apoyada en el balcón de su apartamento, en el quinto piso de un modesto edificio a 300 metros del sitio de la explosión, Suad M. contemplaba absorta la escena de abajo. Las grúas se llevaban los esqueletos de decenas de coches destrozados. Jóvenes voluntarios de la Cruz Roja extraían de una cafetería los restos chamuscados e irreconocibles de dos adolescentes. "Pobre gente", musitó la mujer ahogando el llanto, de espaldas a la ruinas de lo que parecía haber sido un primoroso saloncito. "Pobre Líbano".

En la morgue del hospital Barbir yacía una niña desfigurada de unos cinco años. Llevaba vaqueros. Su jersey estaba quemado y ensangrentado. Una enfermera pálida meneó la cabeza y dijo: "Nadie ha venido a identificarla todavía".

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