Payos y calés

Hace poco me he enterado de que soy un payo. Ignoro si esta palabra está aceptada por la Real Academia Española, pero, dado el abundante uso que de ella hacen los medios de comunicación en España, no dudo de que pronto recibirá el beneplácito oficial.No tengo nada en contra de este calificativo, que, al parecer, sirve para diferenciarnos a todos aquellos que no pertenecemos a la raza calé, otra palabra que tampoco sé si está aceptada por los doctores del buen decir hispánico.

Tampoco sé si la palabra payo, dentro del idioma calé, tiene algún sentido peyorativo, algo así como gabacho o sudaca para los nacidos en la piel de toro

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o gallego o gachupín para los descendientes de aquellos españoles que se fueron a quitarles el oro a los pobres indios y allí se quedaron.

Pero si payos somos todos aquellos que no tenemos el gusto de pertenecer a la raza calé, entonces pido que se nos aplique este calificativo a todos los españoles, sin ninguna clase de excepción. Es decir, y a título de ejemplo, al relatar alguna sesión de Cortes, se diga: "El diputado calé señor Heredia tomó el uso de la palabra, y a continuación, el presidente del Gobierno, el payo don Felipe González, replicó...

Porque si no, podría parecer que la palabra payo queda solamente reservada para aquel español, normalmente del medio rural, que ha sido asistido por la Seguridad Social a consecuencia de dos puñaladas asestadas por un calé.-