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Reportaje:

De juzgado de guardia

Testimonios de una jornada en los calabozos de detenidos de la plaza de Castilla

El lunes 9 de diciembre, último día del puente de la Inmaculada, los juzgados de guardia de Madrid respiraban un sosiego atípico. El juez, en contra de lo habitual, sólo tuvo que tomar declaración a 20 detenidos (la cifra de un día normal no baja de los 50). A pesar de la calma, no faltó el goteo de pequeñas y grandes historias, Unas eran trágicas; otras, incluso cómicas. Algunos acudieron voluntariamente, y otros, por la fuerza. Al final, todos desahogaron sus cuitas ante una vieja máquina de escribir, que esa jornada registró diálogos como los siguientes.

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"No tenía intención de pincharle, sólo quería las 10.000 pesetas", confesó el detenido al juez de guardia, Ignacio Bigeriego. Se presentó despeinado en el despacho del magistrado. Respondía a las preguntas con voz apagada, casi inexpresiva.-¿Es cierto que usted amenazó a la chica con la jeringuilla en el cajero?

-Sí; tenía el mono, necesitaba dinero...

-¿Padece usted sida?

-Sí.

-Muy bien, puede marcharse.

Al rato, el detenido, que no tenía más de 30 años, volvía subir a un furgón celular, esta vez con dirección al talego (a la cárcel de Carabanchel).

Esta declaración se produjo el pasado día 9 en los calabozos de los juzgados de la plaza de Castilla. El juez Bigeriego, secretario de la Asociación de Jueces Francisco de Vitoria, sólo encarceló a cuatro de los 20 detenidos a quienes tomó declaración, entre ellos el que había esgrimido una jeringa para atracar a una joven en un cajero automático. También entalegó a un norteafricano acusado de violación y a un hombre entrado en años por hacer compras en el Corte Inglés con un talonario de cheques robado.

"¿Y para qué quería usted los artículos", le pregunto el magistrado al supuesto estafador de los grandes almacenes.

" Los revendía en el rastro para alimentar con el dinero a mis hijos", alegó el detenido.

Hacia el mediodía, Bigeriego ya había tomado, declaración a casi todos los detenidos en un sórdido despacho de los calabozos. El juez ya había dictado libertad provisional para un yonqui que había sido detenido la noche anterior por intentar robar un coche.

"No, no iba a robarlo. Pasé por allí, lo vi abierto y entré a ver qué había pasado; en ese momento llegó la policía", se justificó ante el magistrado este último detenido.

La noche del estudiante

Sobre las dos de la tarde aún tenía que declarar un estudiante de 21 años, acusado de violación. El asunto era serio y el interrogatorio tenía que ser más largo. El magistrado prefirió hacerlo en su despacho. En la sala de los calabozos había mucho ruido. Y suciedad. Antes de hacer entrar al detenido, el juez estudió el informe remitido por la policía. "Mira éste: lleva casi tres días detenido; casi se pasan [de las 72 horas]", comentó a sus colaboradores.

El estudiante, esposado y custodiado por agentes de la Guardia Civil, se mostró tranquilo. Su mente parecía estar más cerca de lo ocurrido en una reciente noche de juerga que del despacho del magistrado. Varios jueces noveles - en periodo de prácticas -, el fiscal de guardia y el abogado del detenido presenciaron el interrogatorio.

-Una chica dice que usted la arrastró por los pelos hasta el dormitorio de su casa, le dio un bofetón y la violó. Cuénteme lo ocurrido.

-Sobre la una de la madrugada fui con unos amigos a un pub. Ella estaba allí. La había conocido hace siete u ocho meses. Después, sobre las cinco [de la madrugada] nos fuimos a mi casa [sus padres estaban ausentes].

-¿Bebió usted muchas copas?

-No, no. Tres o cuatro; no recuerdo bien.

-Desde la una y media hasta las cinco hay muchas horas: ¿sólo bebió eso?

-Sí, sí.

-¿Y ella?

-También bebió, pero no recuerdo cuánto.

-Muy bien, prosiga.

-También vino con nosotros una pareja. Al llegar a casa, ella dijo que iba al servicio. Mientras, la otra pareja se metió en un dormitorio para hacer el amor. Pasó un rato y ella no venía [del servicio]. Fui a buscarla. La encontré en el salón con la camisa desabrochada, encima de mi hermano, que estaba durmiendo en el sofá. En otra habitación estaban mi hermana y una de sus amigas. Mi hermana se despertó al oír las voces.

-¿Vio si la chica tenía los pantalones bajados cuando estaba con su hermano?

-Creo que no; sólo vi que tenía la parte de arriba abierta. Entonces le dije: '¡Oye, que has venido conmigo!'. Ella asintió con la cabeza y me dijo: 'Vale, ahora voy contigo'. Fue a la habitación [en la que estaba acostada la otra pareja que salió con ellos del pub]. Ella se desnudó y yo también, e hicimos el amor, pero voluntariamente. Yo utilicé preservativo. Cuando terminanos, no sé por qué, quizá por la hora, le dio un ataque de histeria. Empezó a tirar la ropa y me dio una patada en mis partes. Yo, de forma refleja, también le di una bofetada. Después le llevé su ropa a la puerta y le dije que se marchara. La otra chica también se fue con ella. Cuando se marchaba me dijo que me iba a denunciar por violación. Yo, la verdad, no di importancia a la amenaza: tenía la conciencia muy tranquila... Al día siguiente llegó la policía y...

En este momento del interrogatorio intervino el abogado del estudiante.

-¿A qué se dedica usted?

-Estudio tercero de Derecho

"Entonces, ¿sabrá usted bien lo que es una violación, verdad?", le preguntó el juez. Al final, Bigeriego optó por concederle la libertad provisional. El informe del forense no revelaba signos de violencia en la vagina de la joven.

Recurrir a los careos

"Quizá prefiera tomar declaración antes a los otros testigos. Aunque creo que, para sacar algo en claro, será necesario recurrir a los careos", comentó después un funcionario.

La tarde del lunes fue todavía más aburrida que la mañana en el juzgado de guardia de detenidos. "Hay veces que tienes que tomar declaración a 100 detenidos y tardas todo el día y parte de la noche", señaló Bigeriego. "Por la tarde es difícil que lleguen detenidos; si viene alguno, es de los de Barajas, de los que soprende la policía con droga en el aeropuerto", agregó el magistrado.

Registro infructuoso

En el juzgado de guardia de diligencias, a cuyo frente estuvo el día 9 José Ángel Chamorro, también reinó la tranquilidad. El cometido de un juzgado de diligencias es estudiar todas las denuncias que presentan los ciudadanos en las comisarías de Madrid; el levantamiento de cadáveres y la concesión de permisos de entrada y registro domiciliario.Los funcionarios de los juzgados, al contrario que en un día normal -lo habitual es tramitar entre 800 y 1.000 papeles-, dispusieron ese día de más tiempo libre.

"La guardia de hoy es atípica: todo el mundo está de vacaciones y, salvo que el juez ha tenido salir esta mañana para el levantamiento de un cadáver, todo ha estado relejado", aseguró un funcionario.

El único permiso de registro que se firmó ese día -para entrar en una chabola de La Celsa- resultó infructuoso. "Es muy difícil coger algo. Los camellos tiene compinches que les avisan cuando llega al poblado un vehículo extraño. Antes de hacer el registro, ya han lanzado la droga a la chabola del al lado".

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