Más sobre los pasatiempos
En ocasiones había pensado escribir a ese periódico sobre las incógnitas crucigramas, y Ricardo Cantalapiedra (EL PAÍS del 24 de noviembre pasado) me trae el tema a la mano, y le digo que no estoy de acuerdo con su manera gratuita de generalizar, pues considero que los buenos artífices de los encasillados ni son tantos ni tan... sabios. En principio desconocen:
a) Que un crucigrama no es el concurso de Constantino Romero (con su El tiempo es oro), donde el sujeto se halla rodeado de varios quintales de enciclopedias.
b) Ignoran, por ello, que los pasatiempos -como tales- suelen tener un escenario informal (la sala de espera, el tren, el sofá comodón, etcétera), y pretender que el aficionado vaya y venga (desde ahí) al socorrido diccionario nos parece una... infantilada.
c) Con frecuencia olvidan que los sinónimos absolutos, puros, ni son tantos ni tan disparatados como pretenden hacernos ver (la afirmación no es sólo mía, sino de maestros del lenguaje como el profesor G. Martín Vigil, por ejemplo).
Por ello, no dejan de llamarnos la atención preguntas (crucigrameras) como ésta: "aldeano". Y la respuesta era: "palurdo".
No importa lo que diga -o deje de decir- el Diccionario. Yo también soy libre de pensar que si el listillo del pasatiempo tuviera la mitad del talento natural que algunos de esos palurdos aldeanos podría darse con un canto en los dientes.
d) También parecen ignorar estos buenos señores que la cultura humana es finita y que el aficionado difícilmente va a saber cómo se dice "gilip..." (y lo que sigue) en gallego, catalán, en una población de Argentina, en copto o en arameo, por ejemplo. Menos aún si la palabreja se combina con el nombre de un animalito, que abunda en una isla del Pacífico, que rima con "Lucas":
En mi opinión, pues (de veterano aficionado), considero que una avalancha de pasatiempos plagados de incorrecciones gramaticales -cuando no de cierta inelegante lógica- inunda los quioscos. Excepciones las habrá, no cabe duda.-
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