_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

'Trenka'

Resulta que ha vuelto con furor esta prenda sesentayochera, tan denigrada desde los falaces ochenta por quienes empezaron cambiando de atuendo y acabaron por hacerse una liposucción de ética. Bien, otra vez está aquí, en tiendas y grandes almacenes, triunfando entre los jóvenes, con su práctica capucha y sus inconfundibles trabillas. Hubo gente que nunca la arrojó cual prófuga de su armario y que ahora, cuando la luzca, ya no tendrá que aguantar las ironías de los que se aggiornaron con tanta rapidez que no se dieron cuenta de que se quedaban con el trasero al aire, por mucha moda de España que le echaran a su guardarropa.Lo bueno de la trenka es que no admite la intrusión del diseño. Imposible imaginarla con anchas hombreras, pinzas en el caderamen o cualquier otro truco embellecedor: es lo que es, y no puede ser otra cosa. Impecable y sencilla, como algunas biografías.

Otras biografias, en cambio, se pueden camuflar con adornos de finos estilistas. Se pueden silenciar, e incluso cambiar. Quise creer el otro día, viendo la foto de Felipe González sudando junto al demócrata Obiang, que el presidente transpiraba al pensar en los presos guineanos que reciben picana y otras torturas en la antigua colonia española (no lo afirmo yo: es un informe de Amnistía Internacional). Quise creer que el señor González estaba recordando otros sudores, en un desierto, el de los saharauis, y en otro tiempo, un tiempo con honor y con memoria. Que estaba echando las grasillas por la piel porque sentía remordimientos: por las promesas rotas y las causas olvidadas.

Pero el pie de foto era contundente: sudaba porque hacía calor. Y mientras lo hacía, introdúcia una nueva delicia del diseño: el capítulo de su autobiografia que se podría titular Amnesias de África.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_