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El retroceso electoral de los partidos tradicionales hace de Bélgica un país aún más ingobernable

Las elecciones legislativas celebradas el domingo en Bélgica se saldaron con un duro voto de castigo del electorado a los llamados partidos tradicionales. La pérdida de escaños de socialistas, democristianos y liberales convierte el país aún en más ingobernable. Los únicos grandes ganadores son la extrema derecha racista de Flandes, que pasa de 2 a 12 diputados, y los verdes de Valonia, que aumentan de 3 a 10.

"Ha sido un voto contra la política", sentenció el ministro del Interior, Louis Tobback. El hastío de los electores contra los aparatos de los partidos mayoritarios quedó claro con los tres diputados conseguidos por la lista encabezada por Jean-Pierre van Rossem, actualmente detenido por estafa. Este antiguo anarquista, que se hizo multimillonario especulando en Bolsa, predica menos política, menos impuestos y más libertinaje.El primer ministro, Wilfried Martens, presentó ayer por la mañana su dimisión al rey. Ahora se abre un periodo de consultas que se prolongará mucho más allá del 16 de diciembre, fecha en que se constituirán las cámaras. Socialistas y democristianos, a pesar de su pérdida de votos, están llamados a integrar la próxima coalición de Gobierno, porque los cuatro partidos (dos flamencos y dos valones) que constituyen estas dos familias políticas aseguran unidos la mayoría, tanto a nivel estatal como regional.

El problema va a ser lograr un acuerdo de gobierno que cuente en las cámaras con el respaldo de los dos tercios de los votos, necesario para llevar a cabo el ambicioso programa de reforma de la Constitución, que constituye la tarea principal de la nueva legislatura. Las combinaciones son múltiples, pero todas ellas difíciles, ya que estas elecciones anticipadas han provocado una atomización mayor del mapa político.

La conmoción de estas legislativas ha sido el salto del Vlaams Blok, un partido de extrema derecha que reclama la expulsión de todos los extranjeros no comunitarios y que registró en Flandes una subida espectacular de votos. El Vlaams Blok conseguirá un ministerio en el Ejecutivo flamenco y ha pasado a convertirse en la primera fuerza política en Amberes, la segunda ciudad del país. Ha quitado votos a los democristianos, pero sobre todo a los nacionalistas de la Volksunie. El otro resultado destacable es el ascenso de los verdes, que en la región sur del país se configuran como una alternativa política de futuro.

Los democristianos flamencos del CVP, cuyo líder es el primer ministro, Wilfried Martens, continúan siendo individualmente el partido mayor de Bélgica, mientras los socialistas, sumados flamencos y valones, son la primera fuerza política de Bélgica. Pero tanto los unos como los otros han sido seriamente castigados por los electores en las dos regiones del país.

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