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LOS ANCIANOS EN LA REGION

A la cuarta parte de los viejos internados en los asilos no los visita nadie

Francisco Peregil

Que una anciana no se acuerde de bajarse las bragas antes de ir al retrete es la razón por la que muchas personas mecen hoy sus huesos en las residencias de la Comunidad. La consejera de Integración Social, Elena Vázquez, lo explica estupendamente: "El abuelo es para su familia un ser delicioso que compra el pan y lleva a los niños a la escuela. Deja de serlo cuando pierde la fuerza o la memoria". Entonces, al mismo ritmo, empieza a perder atenciones de amigos y familiares. Y llega la soledad: 1.500 de los 7.000 mayores que viven en los asilos de la Comunidad no recibe ni una sola visita desde hace más de un año. Ni siquiera llamadas telefónicas. Para los que no viven ni con su familia ni en residencias, el panorama es mucho peor.

Mucho peor porque se pueden encontrar, por ejemplo, con sus facultades físicas y mentales seriamente mermadas, sin dinero para pagar una residencia privada y sin poder ingresar en una pública, por falta de camas. En la lista de espera para asilos de la región se agolpan 2.000 personas. Algunos optan por acudir a una residencia de las muchas clandestinas que hay en Madrid.

Poca y mala comida, ninguna garantía en el trato médico e higiénico y pésimas condiciones del edificio. Ésas son las características de muchos pisos ¡legales que se hacen llamar residencias. La Comunidad sólo inspeccionó 161 en los últimos 12 meses. De ellas, 44 fueron sancionadas con multas entre 100. 000 pesetas y 10 millones.

Consumir mayores

Con la huelga de cuidadoras, la realidad ha aflorado aún más. Pedro Esteban tiene 67 años, una operación de cáncer reciente y una mujer hemipléjica. Ambos disponían de tres horas diarias de cuidados a domicilio, y ahora sólo tienen una (por los servicios mínimos de la huelga). "La huelga nos parte, porque yo apenas tengo fuerza para vestir y desnudar a mi mujer. Esta sociedad de consumo nos está consumiendo a los viejos", dice Pedro.

La concejal de Integración Social; del PP, Ana María García Armendáriz, cree lo, mismo. Para evitarlo, asegura que destina un tercio de su presupuesto a la tercera edad. No obstante, afirma que no llevaría nunca a su madre a una residencia.

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Elena Vázquez, del PSOE, es la responsable directa de las residencias públicas y privadas de la Comunidad. Su madre tiene más de ochenta años y vive sola en Madrid. "No la llevaría: a un asilo. Si molesta, me fastidio, pero conmigo siempre".

Los pisos tutelados -que dependen del Ayuntamiento- resultan menos deprimentes que los asilos. Los mayores disponen allí de cocina, salón, habitaciones y cuarto de baño. Sin embargo, sólo 71 personas viven en estas condiciones, todas ellas autosuficientes. Engracia y Rosa, dos solteras de 77 y 61 años, comparten un piso tutelado. Las dos tienen familiares y las dos se han ganado la vida criando niños.

Engracia habla muy bien de sus sobrinos. Si se le pregunta por qué no pasa la Nochebuena con ellos, responde algo que ella misma ha podido terminar creyéndose: "Ellos comen mucho y yo estoy adelgazando". Tienen suerte, al fin y al cabo.

Rosa España no vio tan claro la posibilidad de ir a una residencia. Tenía 81 años, era soltera y vivía sola en un piso de Vallecas. Los vecinos le decían que vendiese la casa para pagarse una residencia. "A veces estaba de acuerdo en ir allí y a veces no", cuenta su hermano Severo, vecino de Rosa. "En la residencia estaría mejor atendida -últimamente hablaba sola- y con gente de su edad", añade.

El pasado viernes la encontraron con la cortina del salón atada al cuello. Según la mayoría de los vecinos, fue un suicidio totalmente inesperado.

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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