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"Un experimento de la ONU"

Juan Jesús Aznárez

J. J. A Frente al palacio real, un funcionario de la Administración manifestaba con cierta pasión: "Les he dicho a mis hijos que éste es el hombre que traerá la paz a nuestro país". Este funcionario de 36 años llegó a Phnom Penh en moto con sus tres hijos desde una provincia alejada. En el aeropuerto, varios camiones militares esperaban la orden de transporte de cinco toneladas de material, parte destinada al palacio, enviadas por Sihanuk desde China.

Gran parte de los camboyanos, desencantados por el fracaso de anteriores tentativas de paz, parecen observar con esperanza, pero también con reservas, el regreso de Sihanuk. "Todo es un experimento de la ONU", afirmaba un técnico que estudió en Alemania del Este cuando el régimen de Phnom Penh formaba parte del bloque socialista ahora roto.

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Sin embargo, y pese a esta opinión en contra, la presencia en Camboya de la administración de las Naciones Unidas parece contar con una aceptación bastante generalizada por una población tan harta de la guerra como necesitada para salir del subdesarrollo y del sufrimiento. La capacidad de maniobra del príncipe entronizado por la administración colonial francesa será fundamental en un proceso de reconciliación que se hace muy difícil por el recuerdo del millón de muertos bajo el terror de Pol Pot.

Sihanuk, que gobernó Camboya de 1940 a 1970 y fue derrocado por el golpe de los generales que bendijo Estados Unidos, lloró ayer durante el. recibimiento, como también lo hicieron muchos de los que han esperado durante décadas su regreso. El príncipe, que regresé con su hijo Norodom Ranaiddi, abrazó a Chen Sin, secretario general del partido del Pueblo de Camboya, hasta hace un mes partido comunista, y departió amistosamente con el primer ministro, Hun Sen. Queda por ver si esta primera reconciliación se mantendrá, y si a los abrazos de ayer se unirán también los jemeres rojos, cuyo regreso a Phnom Penh puede provocar un estallido de violencia y revanchismo.

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