Hora de sanciones
Los GOBIERNOS de los Doce han decidido en su reunión de Roma aplicar un primer conjunto. de sanciones contra Yugoslavia con la esperanza de que ello pueda contribuir a poner fin a los combates. Se trata, sin embargo, de medidas poco operativas a corto plazo: restricciones de comercio, suspensión de ayudas. La realidad es que tampoco tiene la CE posibilidades de una actuación mucho más enérgica. Por eso, la decisión más importante de la reunión de Roma ha sido pedir al Consejo de Seguridad de la ONU que decrete cuanto antes el embargo sobre todos los envíos de petróleo a Yugoslavia. Es obvio que tal embargo, para surtir efecto, debe aplicarse a escala internacional y no sólo europea. Cabe esperar que el apoyo expresado por el presidente Bush a las sanciones ayude a que la ONU escuche la voz de la CE -tres de los miembros de ésta, Francia, Reino Unido y Bélgica, figuran en el Consejo- y se ponga en marcha pronto un verdadero embargo.Si bien la propuesta comunitaria se refiere a todos los envíos a Yugoslavia, es evidente que el embargo afectaría fundamentalmente a Serbia y al llamado Ejército federal que actúa a sus órdenes, principal culpable de los combates. Ello no significa que no existan otras responsabilidades: desde el momento de la proclamación de su independencia, Croacia no ha sido capaz de dar unas garantías mínimas a la numerosa minoría serbia, unas 600.000 personas, que vive dentro de sus fronteras. También los croatas han cometido agresiones y matanzas, y su negativa a liberar los cuarteles cercados ha sido una de las causas de que se hayan prolongado las hostilidades.
Pero la responsabilidad ¿le Serbia es, en todo caso, mucho más grave. El 5 de noviembre, en La Haya, los altos jefes militares firmaron el duodécimo alto el fuego. No ha servido para nada, como ocurrió con todos los anteriores. En realidad, hace casi cinco meses que el Ejército serbio está llevando a cabo una verdadera campaña de conquista de territorios de Croacia. Y no sólo en las zonas en las que hay una población serbia numerosa. El caso de Dubrovnik -ciudad proclamada por la Unesco patrimonio de toda la humanidad-, sin valor militar, sin población serbia, asediada durante 40 días, es la expresión más evidente de la actuación vandálica de las tropas serbias.
La Comunidad Europea, además de sus intentos fracasados de poner término a los combates, promovió la Conferencia de Paz de La Haya, presidida por lord Carrington, con el loable propósito de preparar soluciones concertadas para diseñar unas relaciones de nuevo, tipo entre las diversas repúblicas que han constituido Yugoslavia. Y para estudiar, en concreto, eventuales soluciones al problema de las minorías de diversas nacionalidades que Viven entremezcladas en amplias zonas de Yugoslavia. Pero el desarrollo de tales trabajos, enfocados hacia el futuro, exige que, simultáneamente, los combates cesen o disminuyan de intensidad. Ocurre lo contrario, y de ahí la decisión de suspender la conferencia hasta tanto se den las condiciones para llegar a un acuerdo. Si las batallas se amplían y se hacen más mortíferas, las discusiones de La Haya quedarían en una farsa: en una cortina de humo utilizada por el presidente serbio, Milosevic, para dar la impresión de que busca la paz mientras amplía y refuerza las operaciones militares.
Para rechazar el último proyecto comunitario de asociación flexible de repúblicas yugoslavas, Serbia ha argumentado que se debe aceptar que varias repúblicas y nacionalidades puedan mantener un Estado común. Con ello aspira a crear la Gran Serbia -quizá unida a Montenegro- con la incorporación de las minorías serbias de Croacia, Bosnia y Macedonia. Es un argumento de mala fe. Si se aplicase tal principio de verdad, ¿cómo negar a los albaneses de Kosovo (el 90% de la población) y a los musulmanes de Sanchak, ambos dentro de la frontera de Serbia, que se separen de ésta?
Lo cierto es que cuando esas poblaciones han querido no ya separarse, sino obtener una autonomía, la respuesta serbia ha sido la represión. La mezcla de diversas nacionalidades en Yugoslavia exige, para lograr un mínimo de paz, un sistema de autonomías con arbitraje internacional. Es lo que se intenta en La Haya. Al oponerse a ese camino, Milosevic carga con una enorme responsabilidad. Porque tampoco le será fácil llevar adelante su plan nacionalista con las armas. El Ejército federal choca con serias dificultades, aumentan las deserciones, Y si la guerra se extiende a Bosnia, surgirán nuevos frentes antiserbios.
Con el anuncio de sanciones, la CE ha adoptado un curso más enérgico frente a la tragedia yugoslava. Pero no será fácil que ello logre compensar la debilidad inicial de la política comunitaria en este tema.
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