Un 'romance anónimo' que tiene autor conocido
En gramática, el orden de factores sí puede alterar el producto. Esto ocurrió a propósito de la información sobre el discurso que el príncipe Felipe, pronunció el pasado día 19 de octubre en Villaviciosa (Asturias). El corresponsal en Oviedo escribió que don Felipe "leyó la estrofa de un romance anónimo que circuló por la región hace más de cien años...". El asturiano José Suárez Arias-Cachero, legítimamente celoso del acervo cultural de su tierra, advierte al Ombudsman que aquel romance no era anónimo. Su autor, José Caveda y Nava, fue un ilustre personaje de su tiempo: "Repúblico íntegro, sabio académico, ilustre varón digno de loa", reza una lápida conmemorativa en la casa de Villaviciosa donde precisamente nació. Diputado de la Junta General del Principado, diputado provincial y a Cortes, director general de Agricultura, Industria y Comercio, consejero de Estado, académico de número de la Española, de Historia y de Bellas Artes..., José Caveda Nava publicó numerosas obras poéticas, históricas y científicas. En un libro en el que figuran los versos recordados ahora por el heredero de la Corona, a pie de página se lee: "Este bellísimo romanace del señor Cave da circuló anónimo por Asturias en 1858 cuando el viaje de la reina doña Isabel II a esta provincia, viajando en su compañía el príncipe de Asturias, después rey Alfonso XIF'. Don Felipe mismo lo explicó con similares palabras en su discurso: (...) "Bellísimo romance, que circuló anónimamente por Asturias hace más de cien años". Que no es lo mismo que "romance anónimo que circuló", etcétera, como escribió el corresponsal.El redactor jefe explica: "Sólo los expertos en literatura asturiana se habrían percatado al escuchar al Príncipe del matiz que incluía su discurso. Los términos en que fue redactada la intervención de don Felipe inducen. al error contenido en la información del periódico. Reconozco que yo mismo hubiera caído en la trampa. Pese a todo, se difundió un dato erróneo, y así hay que reconocerlo y aclararlo". Aclarado queda el error, aunque no parece justo atribuirlo a la redacción del discurso: sus elementos gramaticales estaban muy bien ordenados. El Príncipe no dijo que se tratara de un romance anónimo.
Abundan las quejas de los lectores por los frecuentes errores que en materia gramatical, lingüística, ortográfica y de concepto aparecen en las páginas de EL PAÍS, por las inconsecuencias que se cometen con las normas del Libro de estilo, por las erratas tipográficas... y, por las inexactitudes que se deslizan. Consignar ahora todas las más recientes resultaría excesivo. A título de ejemplo, he ,aquí algunas.
En una información acerca de una sentencia judicial se decía: (...) "ha quedado absuelto del delito de parricidio y de lesiones que le eran imputados por la defensa". No era la defensa la que hacía tales imputaciones, claro, era la acusación. La defensa pedía la absolución.
Una noticia de carácter deportivo iba titulada La policía detectó ayer a los primeros hinchas ingleses. La policía no detectó, sino que localizó, lo cual no es lo mismo. El lector que ha levantado la liebre, Jesús Conde Cárdenas, recuerda que detectar es "poner de manifiesto por métodos físicos o químicos, lo que no puede ser observado directamente". "Ya comprendo", escribe, "que los hinchas ingleses vendrán debidamente camuflados, pero no hasta el extremo de que haya que emplear altos conocimientos físicos o químicos para saber de su presencia en España".
En El País Semanal, la fotografía de un retrato del rey Felipe III llevaba un pie que decía "Felipe IV". Reparó en el desliz el asiduo comunicante de esta sección Armando López Carrasco, quien también puntualiza que el asedio alemán a la ciudad de Leningrado durante la II Guerra Mundial no fue de 900 días, como se escribió también en El País Semanal: fueron 810, tres meses menos. En un reportaje sobre el coste de la vida en 48 grandes ciudades (los datos procedían de un estudio, en francés, de la Unión de Bancos Suizos) se consignaba entre éstas a Génova, cuando en realidad era Ginebra, Genéve. En Ginebra justamente lo leyó Fernando Jiménez Alcaraz.
Con motivo de la Conferencia de Madrid, un fino, culto y perspicaz lector de EL PAÍS ha advertido, entre otros errores y despropósitos, que numerosos nombres árabes aparecieron incorrectamente escritos, sin la 'debida sujeción a las normas que para el caso establece el Libro de estilo del periódico. Incluso un mismo nombre se repetía con distinta ortografía. Parece que este tipo de fallos generan inercia, porque el mismo jueves día 7 de noviembre -Conferencia de Madrid aparte-, en un artículo sobre el Sáhara, la ciudad de Dajla (antigua Villa Cisneros) apareció escrita Dajla, Dajala y Dahala. La redactora jefa de la sección de Internacional, Mariló Ruiz de Elvira, reconoce estos y otros fallos: "Lo único que podemos prometer", dice, "es propósito de enmienda. Somos plenamente conscientes de que no siempre conseguimos ceñirnos al Libro de estilo, pero alegamos en nuestra defensa que no suele ser por desidia o ignorancia. Confío en que los lectores sean conscientes de que nuestro trabajo está rodeado de múltiples circunstancias que, desgraciadamente, cristalizan en forma de errores, especialmente cuando la presión informativa es tan apabullante como la que rodeó la Conferencia de Madrid. Respecto a los nombres árabes, el hecho de que el propio Libro de estilo indique que 'hay que atenerse a los gustos personales' (que solemos desconocer) dificulta aún más las cosas". Lo que sí "es imperdonable", reconoce, es que el mismo nombre aparezca escrito de formas distintas. La enmienda que anuncia Ruiz de Elvira es deseable que se haga efectiva pronto, porque no hay un solo error que no haya tenido sus seguidores, como señalaba un inglés estudioso del entendimiento humano.
El teléfono directo del Ombudsman es el 304 28 48.
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