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ANALISIS PARA LOS PRESUPUESTOS GENERALES DEL ESTADO PARA 1992/ y 2

El final de la escapada

El Presupuesto aflora parte de deudas ocultas del Estado pero no afronta su solución

Andreu Missé

Se acabaron las ilusiones. En 1991, la economía española ha vuelto a su realidad. Después del trepidante crecimiento del trienio 1988-1990, que ha permitido la espectacular creación de 1.126.000 empleos -258.000 más de los previstos-, el ritmo de la actividad económica ha ido perdiendo gas y en el horizonte han vuelto a aparecer las incertidumbres de antaño: tipos de interés elevados, inflación sostenida, déficit público irreductible y. déficit exterior creciente. Pero ahora todo junto y con lo realmente preocupante de que la capacidad para seguir creando puestos de trabajo está muy agotada.

La alarma de esta crítica situación económica se disparó al trascender la existencia de un importante agujero en las cuentas públicas de casi un billón de pesetas -generado por deudas ocultas y caída de la recaudación fiscal- lo que forzó al Gobierno a aplicar un drástico recorte del gasto de unos 309.000 millones de pesetas.Los Presupuestos de 1992 han tenido el mérito de reconocer una parte i portante de estos desajustes, lo que ha exigido un fuerte crecimiento del gasto público para cubrir las deudas ocultas y poner en claro las necesidades reales del sector público español. Pero no se han abordado los problemas de fondo: ¿Cuáles son las causas de estos desajustes?; ¿Son suficientes los ingresos fiscales actuales?; ¿Qué nivel de déficit publico se está dispuesto a aceptar?; ¿Cuáles son los gastos públicos prioritarios?: Cuántos recursos se deben destinar a gastos sociales, (pensiones, desempleo); inversiones (carreteras, tren de alta velocidad) o subvenciones a empresas públicas (Hunosa, Renfe). Preguntas sin respuesta que el Gobierno ha preferido aplazar y cuya respuesta tampoco quiere ofrecer. la oposición.

En definitiva se ha perdido un año, porque las causas que provocan estos desajustes entre los ingresos y gastos públicos reales y sus previsiones iniciales permanecen sin ser atacadas.

El agujero descubierto en las cuentas públicas a mediados de 1991, que forzó al Gobierno a un drástico recorte, del gasto fue una ocasión privilegiada para examinar a fondo la política económica. El agujero de un billón de pesetas no es una cuestión coyuntural que se generó de la noche a la mañana. Muchas de las deudas ocultas que ahora se han reconocido no se generaron en 1991, sino que se han ido embalsando en los últimos años. Un ejemplo de. estos retrasos son las deudas por expropiaciones que llegaron a alcanzar a principios de año los 30.000 millones de pesetas, algunas de la caules se contrajeron hace más de tres años. Otro caso fue el de las pensiones no contributivas. Se hizo una previsión de gasto de unos 150.000 millones de pesetas, pero sólo se presupuestaron unos 7.000 millones.

Ilusión recaudatoria

El origen del agujero conocido fue doble: Por un lado, una caída de la recaudación tributaria en unos 290.000 millones de pesetas y, por otro, un disparo de los gastos en más de 750.000 millones de pesetas. La caída de la recaudación fiscal, un hecho sin precedentes en los últimos años, es un síntoma revelador de que se trata de un sistema agotado. En los últimos años se fueron adoptando una serie de medidas que fueron apurando al máximo la capacidad recaudadora, tales como el aumento del ingreso a cuenta del 30% al 55% del impuesto de sociedades en 1989, el aumento de las retenciones a cuenta del capital, mobiliario del 20% al 25% o el anticipo de pagos fraccionados. En realidad se ha creado la la ilusión de un aumento de la recaudación cuando en muchos casos lo único que ha habiáo es una serie de sucesivos anticipos de los ingresos fiscales.

Todo ello con independecia, de que la presión fiscal que soportan los asalariados españoles de rentas medias y altas sea de las más altas de los países occidentales, superior a la de EE UU,. Francia, Gran Bretaña o Alemania. A modo de ejemplo, en Francia, un matrimonio sin hijos con unos ingresos de 15 millones de pesetas llega al tipo marginal del 56,8%, pero su tipo medio efectivo es del 31,6 %. En España, con el régimen vigente se llega al tipo máximo del 56% y a un tipo medio efectivo similar con la mitad de estos ingresos (8.560.000 pesetas).

Reforma fiscal

Esta situación tan gravosa para los asalariados españoles ha sido una de las razones que impulsó la reforma fiscal que entrará en vigor el próximo año y que supondrá una importante rebaja de tipos impostivos de tres a cuatro puntos y una caída de la recaudación de unos 400.000 millones de pesetas para el Estado. En resumen, el actual sistema fiscal deja muy poco margen de maniobra para aumentar los ingresos como no sea por la vía de intensificar el fraude.

En cuanto al gasto, las principales desvíos descubiertos en 1991 se producen en los subsidios al desempleo (200.000 millones de pesetas) los costes sanitarios (250.000 millones) y los intereses de la deuda pública (300.000 millones de pesetas). Desequilibrios que al no corregirse se reproducirán en buena parte el próximo año.

Sin duda, el ministro de Economía, Carlos Solchaga, ha sido el primero en conocer cuales eran las dificultades para aumentar los ingresos públicos y contener los gastos, de la misma forma que conocía mejor que nadie el estrecho margen que le quedaba en la política monetaria desde la entrada en el sistema monetario europeo. Por esta razón buscó un acuerdo con los sindicatos en el pacto de Progreso para reconducir la política económica española. Pero lo que es difícil de entender, es que tras el fracaso del pacto, se elaboraran unos nue vos presupuestos que sólo conducen a agravar más la si tuación.

Pero este escenario de dificultades aparece precisamente tras tres años de un importante crecimiento económico. Da la sensación de que la economia española no ha sabido digerir bien estos años de bonanza.

En el caso del empleo se ha ido por delante de las propias previsiones del Gobierno establecidas en Los Escenarios Macroeconómicos y Presupuestuarias 1998-1992. (Véase cuadro). Esta mejora del empleo se ha visto oscurecida por la fuerte desacelaracion registrada este año. Durante el trienio 1989-1990 se crearon 1.126.000 puestos de trabajo. Es decir, 258.000 más de los previstos. Este excedente permitirá alcanzar sobradamente los objetivos de 1991, que suponían la creación de otros 308.000 nuevos puestos de trabajo. Pero todo parece indicar que se está agotando esta capacidad para generar empleo. La creación de otros 341.000 empleos inicialmente previstos para 1092 ya ha sido descartada por el Gobierno que sitúa sus previsiones en 200.000.

El crecimiento de los gastos sociales

En relación con el gasto social -pensiones, desempleo, sanidad, educación y vivienda-, el. avance ha sido significativo, a excepcion de los gastos por desempleo, si se compara con las previsiones. Así, en 1992, las pensiones representarán- el 9,1% del PIB (frente al 8,9% previsto); la sanidad el 4 2% (4,1% previsto); y la educación e investigación 2,1% (2,5% previsto).A excepción de las dotaciones del subsidio de desempleo que representan el 4,9% del PIB, frente al 4,2% previsto, no se puede decir que el gasto social se haya desmadrado. En su conjunto, se ha mantenido bastante estable desde 1984, en que representaba el 19,3% del PIB al 19,7% en 1991. El salto significativo se ha producido en 1992, año en que este porcentaje se elevará al 20,5% del PIB, crecimiento debido por el aumento de las subvenciones al desempleo.

Con todo, el fuerte,aumento del PIB en los últimos años (25% entre 1986-1990, frente a un 16,5% de la CE) han permitido a España efectuar un importante avance en los gastos sociales por habitante. Tomando como referencia un reciente estudio de la CE en el que se mide la evolución de los recursos destinados a pensiones, subsidio por desempleo, sanidad y subsidios familiares, los gastos de protección social por habitante entre 1980 y 1990 han crecido un 24%.

En España el crecimiento ha sido fuerte, del orden del 37%, pero inferior al de Italia (52%), Portugal (55%). y Grecia (86%). Pero está lejos de los casi 600.000 pesetas de gasto social por habitante que destina Dinamarca, las 542.000 de Alemania, las 500.000 de Francia, los españoles deben conformarse con 154.368 pesetas, todavía menos de la mitad de la media europea de 380.000 pesetas por habitante,

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