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LA CONFERENCIA DE MADRID

El pulso judío-palestino

La impresión en Israel es que nadie ha roto la baraja a pesar de las duras acusaciones de Siria

IGNACIO CARRIÓN ENVIADO ESPECIAL, En un clima de tranquilidad repentina e inusual, judíos y palestinos esperan con parecida impaciencia el arranque de las negociaciones bilaterales en Madrid. A pesar de las duras acusaciones intercambiadas entre Siria e Israel, la baraja no se ha roto y desde aquí se tiene la impresión de que ese lenguaje inicial era inevitable. Fue algo así como el redoble del tambor bajo la carpa antes del salto mortal de los trapecistas.

Nadie esperaba que, en lo que se anuncia como una durísima negociación para intercambiar tierra por paz, el primer ministro israelí empezara vendiendo parcelas a la baja. Bien mirado, Shamir no ofreció más que el ofrecimiento de no ofrecer nada nuevo, a excepción, como pudo verse de llenar sus pulmones con el mismo oxigeno que respiraban sus enemigos árabes en el palacio Real de Madrid. Shamir fue brillante en una sola cosa: supo hacer un buen juego de palabras.Pero tal vez por esto le vimos con signos de asfixia cuando, aterrizó el viernes pasado, malhumorado y revuelto, en el aeropuerto Ben Gurión.

En esta ocasión, parecía indicar el primer ministro, la cosa va en serio: si EE UU aprieta las tuercas habrá que aflojar parte del viejo botín.

Esto es al menos lo que creen los palestinos, incluidos ya aquellos grupos próximos al integrismo islámico que hasta ahora se han opuesto a la Conferencia de Madrid. Los que convocaron la huelga general reconsideran en estos momentos su postura.

Ziad Abud Zayán, director del semanario Gesher (Puente), la única publicación palestina editada en hebreo y miembro del comité asesor de la delegación palestina en Madrid, dijo a este periódico en Jerusalén: "La situación va a dar un vuelco espectacular a partir del momento en que los mismos palestinos que se oponían violentamente a la conferencia comprenden que es más ventajoso acercarse al proceso negociador cuando éste puede favorecerles".

Los palestinos de esos grupos más extremistas envían ahora señales en ese sentido. Estaban temerosos de que. la delegación que representa a su pueblo hiciera concesiones inaceptables. Pero no es así y, en consecuencia, tampoco quieren sumarse a la misma actitud que critican en el adversario, el Gobierno israelí, que crea problemas marginales en lugar de atacar la sustancia de la negociación. En este sentido, tampoco aquí tiene un respaldo completo la exigencia de Shamir para que las negociaciones se efectúen desde el principio en otro sitio que no sea Madrid.

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Un bloque violento

El bloque islámico extremista no es mayoritario ni dentro ni fuera de los territorios ocupados, aunque sí vociferante y violento. Pero como cree Abud Zayán sabe que es más fácil influir al conductor desde entro del autobús que desde fuera para que éste no se desvíe de una determinada ruta.

"Durante las últimas 48 horas se han intensificado los contactos entre esos grupos que ya no están convencidos de que éste sea el momento de proseguir con la violencia", dijo Abud Zayán.

En medios próximos al partido gubernamental israelí tampoco se considera que una crisis política cocinada: por el mismo Shamir sea viable en estas circunstancias. Convocar elecciones anticipadas para reforzar el inmovilismo del primer ministro, quien con seguridad saldría reelegido, significa llevar a este país a un callejón sin salida, dentro del que se encuentra desde hace mucho tiempo.

La palabra la tienen en Washington quienes inyectan más de 3.000 millones de dólares al año en la economía de Israel, un dinero sin el que estos aviones que atacan el sur de Líbano no podrían despegar como lo hacen desde sus bases equipadas por EE UU. Tampoco podrían asentarse en Israel esos dos millones de judíos procedentes de los países del Este de Europa y de la URSS que tienen prevista su lle gada en los próximos 24 meses, y que vienen financiados con varios miles de millones de dólares también norteamericanos.

Cuestiones primordiales

Es decir, que ya están claras para la mayoría del pueblo israelí dos cuestiones primordiales: la primera, que el problema no puede reducirlo Shamir a una cuestión doméstica y sortearlo con una falsa crisis de Gobierno, pues aparece ante la opinión pública con el alcance internacional que tiene. Las resoluciones de la ONU deberán acatarse. Y, en segundo lugar, que la fonna para que esto último sea viable pasa nor el Tesoro norteamericano Si Isaac Shamir, y con él su pueblo, ve amenazada su economía, no sólo dejará de amenazar a sus vecinos sino que habrá de poner los pies en tierra y entregar la que no le pertenece.

Por supuesto, algo así no lo desean los ultraconservadores y ultraortodoxos judíos. Se opondrán a cualquier concesión.

En el asentamiento judío de Efrat, en territorio ocupado, donde abundan los seguidores del rabino Kahane (extremista asesinado en Nueva York por un árabe en 1990), los aspirantes al rabinato revelaron con júbilo cuál sería la solución definitiva al problema palestino: no harían falta conferencias de paz, ni en Madrid ni en ninguna otra parte, lo que hace falta es que los palestinos se conviertan al judaísmo de propia voluntad.

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