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El imperio del 'niet'

La única respuesta en la URSS es 'no', pero con paciencia o dólares se arregla casi todo

La respuesta es no. ¿Hay plaza para el vuelo tal? Niet. ¿Se puede comer en este restaurante? Niet. ¿Tienen la talla 42? Niet. ¿Puede reservarme habitación en el hotel Intourist de Dushambé? Niet. ¿Puede decirme ... ? Niet. Pero antes piensas que eres transparente. Te pellizcas. Duele, ergo existes. Entonces, ¿por qué no te mira esa rubia de la ventanilla? ¿Por qué sigue hablando por teléfono con su cuñada? ¿Por qué se fue hace media hora, aunque había 20 personas en la cola? ¡Qué se va a hacer! Así es la URSS de hoy.

Que no cunda el pánico. El niet no suele ser definitivo. Un billete de 50 rubios, una tableta de Toblerone, la más humillante de las sonrisas perrunas, una llamada al corazón, una explosión de cólera, el señuelo del pago en divisas y paciencia, sobre todo mucha paciencia, hacen milagros.Los aviones son punto y aparte. Volar es barato. Por 50 rubios (150 pesetas al cambio turístico, la décima parte de un salarlo medio) se recorren 3.000 kilómetros. No hay esa selección natural que, por la vía de los precios, efectúan los sistemas capitalistas. Sólo hay que esperar a que el Gobierno, los sindicatos, el comité central del partido neocomunista y la oficina del presidente de la república correspondiente hayan sacado sus billetes para que, un día antes de la partida, cuando los sobrantes se ponen a la venta, te enteres de si te vas a contar entre los elegidos.

Y, ya dentro, es el caos. Los cinturones de seguridad están de adorno, el olor a pies descalzo perfuma el ambiente, la gente echa hacia atrás el asiento antes del despegue, el suministro suele limitarse a un vaso de agua y la azafatas no sonríen, sino que rugen; no te piden el billete, sino que te lo arrebatan refunfuñando entre dientes; no ruegan que no fumes, sino que te recuerdan el multazo que te puede caer. En la URSS hay cerca de 200 etnias diferentes, a varias de las cuales les ha dado por liarse a tiros en los últimos años, y este mosaico se refleja entre el pasaje.

Pero ¿por qué está tan rabiosa esta gente? ¿Por qué te dan con el paraguas en el ojo, te empujan en los ascensores, te echan a un lado en los mostradores, te gruñen si les rozas, se pelean en las colas se gritan en las tiendas y te meten el codo en los riñones en los autobuses? Sólo hay una respuesta: la vida es dura aquí. Los sueldos son bajos y la vida cara Las tiendas están vacías, no se confía en la sanidad, los profesionales están mal pagados, los empleados no tienen estímulo y tratan al público como al enemigo, el clima es inclemente, unos tienen mucho y otros casi nada. ¿Acaso es para estar contentos? Pero mucha gente recuerda que antes no eran así las cosas, que incluso en los años más duros del comunismo, la solidaridad era moneda corriente.

Se bebe en la URSS. El señor zar lo permitió, el abuelo Lenin no lo prohibió, el padrecito Stalin lo favoreció y los tíos Mijail y Borís tienen otras cosas en que pensar. En Kazajstán se lanzó el año pasado una campaña que eliminó de muchos jardines privados de Almá Atá cualquier planta de la que se pueda producir alcohol, las multas de 1.000 rubios hacen que los conductores tomen sus precauciones, pero el vodka prosigue su bárbaro reinado y es causa de accidentes e incidentes varios.

Se emborrachaban los personajes de Dostoievski y se emborracha el homo soviéticus, en vías de transmutación, tanto si es cristiano como musulmán. Pese al renacimiento del islam, a que no pasa un día sin que se abra una mezquita, kirguizos, uzbekos, azeríes, mesietios, ulgures, kazajos y tayikos rezan con una mano a Alá y con otra al dios vodka, salen de los restaurantes con una botella envuelta en papel de periódico, piden coñac o un extraño champaña rojizo en los comedores de los hoteles montan juergas hasta la madrugada. Una ruina moral contra la que los mulas, de papel en alza luchan con furia.Comprar es una obsesión. "Si encuentras algo que te interese no esperes a mañana, compralo ya". Esa es la norma. La otra e que, aunque no hay de nada, ha de todo. Niet. En el restaurante del hotel no hay caviar, ni fruta ni vodka, ni champaña. Pero lo clientes entran en la cocina y salen de ella provistos de esos tesoros. Los comercios estatales están desabastecidos y, para colmo, las colas son kilométricas pero para llenar la despensa no hay más que pasar por el merca do koljosiano y doblar o triplicar el gasto.Pensiones de 200 rublos

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Para los pensionistas que cobrar 200 rubios escasos, el peligro e el hambre, pero no en sentido figurado, sino muy real. Para lo asalariados medios (300, 400 500 rubios mensuales), la situación es apenas mejor. Pero hay ya muchas personas, cientos de miles tal vez, que antes de que llegue el paraíso del mercado libre practican una economía paralela que les hace multiplicar sus ingresos. Son los que pululan alrededor de los extranjeros, los cambistas del mercado negro, los relacionados con las empresas extranjeras o mixtas, cuyo número se multiplica espectacularmente, los miembros de las mafias del caviar o el taxi, los vendedores de souvenirs de la calle moscovita de Arbat, los cooperativistas que venden fuera de los circuitos oficiales, los acaparadores, los que pueden viajar fuera del país y cobrar su trabajo en divisas fuertes...

Desde la revolución de agosto se han derribado más de 70 estatuas de Lenin. Con las estatuas de Lenin cae un modelo de producción. Ésta es la hora del mercado, de la iniciativa privada, de la libre empresa. Son los nuevos ídolos surgidos de las cenizas del colectivismo y la solidaridad proletaria. Las repúblicas que acaban de proclamar su independencia se emboban con el modelo de la Comunidad Europea, creen que Alemania y hasta España son jauja y dan todas las facilidades para las inversiones extranjeras. Se diría que esta sociedad no confía en sí misma para prosperar y que cree que los escaparates y los bolsillos llenos van a llover como el maná en el desierto, pese a que las cajeras aún comprueban con el ábaco las cuentas hechas con el ordenador.

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