Sexo y política en Estados Unidos
(...) América nunca ha ajustado sus cuentas verdaderamente con el pecado. La vieja herencia puritana surgía periódicamente del fondo de su memoria colectiva, invadiendo la vida nacional y perturbando el juego político. Pero, al cabo de los años, las vueltas a la mojigatería han ganado en crueldad, cayendo hoy en el absurdo. Hace tiempo, con ayuda de la hipocresía, sexo y política hacían buenas migas entre nuestros primos de América. Cerraron los ojos ante los devaneos amorosos de John Kennedy, y le reprocharon más a Ted, su hermano senador, el haber provocado accidentalmente la muerte de su acompañante que el haber sido su amante secreto. Las cosas cambiaron con la desafortunada aventura de Gary Hart, obligado a renunciar a su carrera presidencial por un amorío con una modelo. Hoy, una palabra de más, una mirada demasiada insistente, son suficientes para llenar de oprobio a un personaje público, para suponerle un delito de Intención. El crecimiento de este integrismo sexual se explica porque millones de americanas sufren en su dignidad por ser agredidas por hombres, sobre todo en su lugar de trabajo. (...) Hoy, América descubre los estragos de sus máquinas de escándalos. El caso Thomas habrá servido de algo si permite a sus ciudadanos tomar conciencia, aunque sea tarde, de que el moralismo llevado al exceso contradice, a menudo, la moral si sacrifica la dignidad. 15 de octubre
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