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Kohl, en la cresta de la ola negra

Los conservadores alemanes temen una fuga hacia la extrema derecha

Los sociólogos aseguran que hay en Alemania un núcleo duro de neonazis irreductibles que representan menos del 5% necesario para obtener representación parlamentaria. Sin embargo, añaden, existe un potencial de hasta un 15% de la población que podría concederles el voto. Ésta, y no otra, es la explicación a la política de la cresta de la ola que caracteriza últimamente a los conservadores alemanes.

El jueves, los partidos gubernamentales (CDU-CSU y FDP) y la oposición socialdemócrata (SPD) llegaron a un acuerdo para olvidar el proyecto de reforma del muy liberal artículo 16 de la Constitución, que regula el derecho de asilo, a cambio de acelerar los larguísimos trámites -de hasta tres años- mediante los que se concede asilo y reducirlos a seis semanas. La tormenta parecía haber pasado. Pero al día siguiente, Kohl y su delfín y ministro del Interior, Wolfgang Schäuble, pusieron de nuevo en evidencia su obsesión por utilizar en su favor la ola de xenofobia y de atentados racistas.El propio Schäuble, que aceptó personalmente el acuerdo interpartidista, presentaba el viernes en el Bundestag una nueva moción para cambiar el artículo 16, a sabiendas de su inviabilidad, ya que cualquier cambio constitucional necesita los dos tercios de la Cámara, y la CDUCSU no cuenta ni con sus aliados liberales ni con la oposición socialdemócrata. Se trataba de un nuevo gesto de los conservadores alemanes hacia su diestra, hacia ese famoso 15%. No hay que olvidar que en las elecciones al Parlamento Europeo de 1989, el partido Republikaner obtuvo un 8% en todo el país y un 15% en Baviera.

Desde que el Nationaldemokratische Partel Deutschland (NPD, neonazi), que estuvo a punto de entrar en el Bundestag en la década de los setenta, la irrupción de los reps del antiguo oficial de las SS hitlerianas Franz Schönhuber a finales de la década pasada ha sido el único intento serio de la extrema derecha de salir de la marginalidad política.

Pero el auge de los reps, que se preparaban para su gran ofensiva en las elecciones generales de 1990, fue cortado de raíz por la unificación alemana. El canciller Kohl supo jugar magistralmente con los sentimientos patrióticos, e incluso se permitió toda clase de guiños a los nostálgicos del pangermanismo. El resultado fue el pobre 2% que obtuvo el partido de Schönhuber y la victoria arroyadora de Kohl.

Xenofobia y racismo

Pero la amenaza ha resurgido de nuevo. Y esta vez, acompañada por una fanfarria xenófoba y racista, y por una estética de cabezas rapadas y cruces gamadas, que no existía en el intento de los republikaner. Los más perjudicados han sido los propios reps. Schönhuber fue defenestrado por sus inquietos lugartenientes, entre ellos Franz Neubauer, un joven de buena figura, tez morena y dotes oratorias, que no tienen nada que envidiar a la siniestra música de hace medio siglo. El viejo oficial de las SS, sin embargo, no tardó en recuperar el control del partido y expulsar a los golpistas.Súbitamente, coincidiendo con los primeros ataques contra extranjeros, un viejo partido de extrema derecha, la Deutsche Volk Union (DVU), se alzaba con un 6,5% de los votos en el land de Bremen, mientras los reps obtenían un 2%, lo que sumaba cerca de un 9%.

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El sedicioso Neubauer y su grupo creaban, por su parte, la Deutsche Liga für Volk und Heimat (DLVH), un partido abiertamente neonazi, dirigido ya sin remilgos a los cabezas rapadas y a los nostálgicos hitlerianos. Según uno de sus líderes, Franz Clasauer, su modelo es el Frente Nacional francés de Jean-Marie Le Pen, pero cuando se le preguntó si se consideraba neonazi se limitó a decir: "Si usted desea llamarnos neonazis, digamos que no hemos sido aún víctimas de la reeducación.

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