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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La nueva tregua

LA TREGUA acordada el pasado 8 de octubre en Zagreb por representantes croatas y serbios, con la colaboración de los enviados de la CE, parece tener -a diferencia de las siete anteriores- ciertas posibilidades de alcanzar un efecto positivo, aunque el cese total de hostilidades sea difícil. Una de las novedades del último acuerdo consiste en establecer un sistema de reuniones casi permanentes para vigilar el alto el fuego y superar los obstáculos que surjan sobre la marcha.Por otra parte, después de la reunión celebrada en La Haya el 10 de octubre por los presidentes serbio y croata y el ministro de la Guerra federal Kadijevic con la presidencia de la CE, se ha decidido concordar la aplicación del alto el fuego y la elaboración de soluciones políticas ante la peligrosa situación creada por la disolución de Yugoslavia. Consensuar esos dos procesos es necesario, ya que los combates continúan. Ello se explica desde la convicción de los bandos contendientes en que lo que obtengan mediante las armas será siempre positivo para las negociaciones políticas posteriores. Lo importante es que se imponga la tendencia al cese de los combates y a negociar, con la participación de la CE, las condiciones del futuro de los pueblos que han formado Yugoslavia.

Un punto esencial de la nueva tregua es que los croatas levanten el cerco a los cuarteles del ejército federal en su territorio y que la flota ponga fin al bloqueo de los puertos de Croacia. En ambos aspectos se dieron ayer pasos significativos, si bien en varios lugares, como Vukovar, los combates siguen. En realidad, la condición del levantamiento del cerco a los cuarteles para que las fuerzas armadas federales se retiren a Serbia tiene singular importancia como paso para el alto el fuego y, además, como señal de que la base política del problema yugoslavo ha cambiado radicalmente en los últimos meses.

Hoy todo el mundo admite ya que Yugoslavia ha dejado de existir. Se sigue hablando de ejército federal, pero a todas luces es un ejército al servicio de Serbia. El golpe de Serbia y Montenegro para adueñarse de la presidencia federal ha sido una victoria pírrica: su efecto ha sido empujar a las repúblicas dudosas, como Macedonia y Bosnia-Herzegovina, a negar validez a esa presidencia. La CE necesita levantar acta de esa desaparición de Yugoslavia. Pero ello no se resuelve con el simple reconocimiento de Eslovenia y Croacia, las repúblicas que han proclamado su independencia. El problema es más global. Mientras haya una posibilidad de paz, la CE debe hacer los mayores esfuerzos para que su intervención sirva para evitar los combates y ayuden a las partes a elaborar soluciones que permitan una convivencia pacífica en esa zona de Europa.

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Las fórmulas que se perfilan frente al futuro -tres grupos han estudiado en La Haya los temas económicos, constitucionales y el problema de minorías y derechos humanos- son varias: repúblicas independientes sin lazos entre sí, o bien asociadas en una confederación. La CE no puede decidir nada nuevo en ese terreno. Debe adaptar su política a la realidad y está previsto que, en el plazo de un mes, reconozca a las repúblicas que han hecho efectiva su independencia. Pero es evidente que para la estabilidad europea la solución más favorable sería que las repúblicas establezcan entre sí alguna asociación.

Hoy lo prioritario es detener la guerra. Una guerra absurda una vez que está claro que las decisiones se tomarán en la mesa de negociación y que no habrá cambios de fronteras -la CE lo ha dejado absolutamente claro, y en principio las repúblicas lo han aceptado- impuestos por las armas. Pero hay en los dos lados fuerzas extremistas cegadas por la guerra: desde los grupos croatas que se proclaman ustachis, continuadores de los criminales de Ante Pavelitch, hasta los serbios que sueñan entrar con las armas en Zagreb. Es mucho lo que está en juego y sólo la paulatina imposición de criterios razonables sobre el delirio extremista podrá rebajar la tensión.

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