La caza del niño
Ante la bochornosa actuación de ciertos ciudadanos de Mancha Real y de Aitona, tan sólo me viene a la mente un poema de Jacques Prévert, La caza del niño. Dice así:"¡Bandido! ¡Golfo! ¡Ladrón! ¡Sinvergüenza! / Es la horda de gente decente / que persigue a un niño".
Esta "gente decente" me hace recordar a otra, de hace 50 años, que con argumentos parecidos, y sin respeto a los más débiles, impedía el acceso a la escuela a los hijos de los rojos, a menos que sus padres comulgaran con ruedas de molino.
Me avergüenzo de ser conciudadana de semejantes energúmenos, y lo único que pido es que si ésta es la "gente decente", por favor, no me metan en el mismo saco.
La caza del niño
El siglo pasado se denominó el Siglo de las Luces. En cambio, la centuria actual, en que vivimos, con tanta tecnología y tanta barbarie, aún no sabemos cómo se llamará. Ha sido un centenario de indudables avances, pero, a la vez, muy convulso y tortuoso.El racismo campea en su forma más primitiva y ridícula. En España, verbigracia, acabamos de ver un espectáculo circense protagonizado por unas madres payas que vociferaban: "¡Asesinos!" a unos niños gitanos que asistían a la escuela.
Vimos también lo que sucedió en Aitona y en Madrid con algunos gitanos. Estas acciones son simplemente bochornosas. No se puede olvidar que los gitanos, por sol¡ juri, son españoles también.
Pero ¿cómo puede haber racismo tan risible en un país donde nadie es puro de raza? Hubo en España inmigraciones transitorias y permanentes de iberos, celtas, latinos, visigodos, eslavos, de Asia Menor y de los árabes, que arrastraron en su impronta a muchos mulatos del Magreb y todo el norte africano, y se mezclaron con el vulgo en 800 años de convivencia.
Durante los cinco siglos que han transcurrido desde el en-
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