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GOLPE DE ESTADO

La fe de un mesías

Unas informaciones dicen que Arístide se subió en una tanqueta y se dirigió al Palacio Nacional. Que, en el trayecto, el tiroteo de los golpistas acabó con varios de sus acompañantes. Que al llegar allí fue arrestado. Otros dicen que fue arrestado en su propia casa. Lo único seguro es que el primer presidente democrático del país más pobre de la tierra ya no está allí. Y que los que titularon hace nueve meses: "Haití, al fin", deben escribir ahora: "Haití, otra vez". Ese tiempo hace que el ex sacerdote salesiano, representante de la teología de la liberación, fue elegido con el 70% de los votos, la mayoría recogidos en los bidonvilles.El día que recibió a la prensa extranjera llegó desde un lugar secreto. Caminaba tieso entre sus guardaespaldas, diminuto y sonriente. Consentía que la gente se le acercara y le besara, mientras los periodistas esperaban, todos un poco sorprendidos de que en un cuerpo tan pequeño cupiera tanto valor, ya demostrado, y tanto orgullo. Luego, Titid, como le llama su gente, comenzó a crecer a medida que respondía las preguntas de EL PAÍS. Se manifestaba con el primitivismo y la fe de un mesías, su lenguaje estaba calcado del evangelio. Arístide recurría a la parábola como si fuera lo más natural del mundo. Y lo era allí, tras conocer la miseria de las afueras de Puerto Príncipe. Hablando del futuro de su país dijo: "La llegada de la nueva tierra haitiana debe esperarse como una pareja espera el nacimiento de su hijo, con mucho cuidado. Para que la mamá no tropiece y al caerse haga mal al niño que va a venir, y que debe tener lo necesario para crecer: la cabeza en su sitio, dos piernas y dos brazos; dos ojos. Y una vez que tengamos todo eso, como el niño, podremos empezar a crecer". Luego dijo que no tenía miedo. Ni a Estados Unidos, cuya política en el Tercer Mundo criticó durante años desde su púlpito, y donde no vieron con buenos ojos su triunfo; ni del Vaticano, que había dejado pasar el momento adecuado para suspenderle a dinivis: "Pienso que ellos van a pensárselo dos veces ahora".

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Hace unos días, Arístide habló en la ONU. Lo hizo en verso y en nueve idiomas. Ahora no es difícil imaginarlo haciendo frente a los tontonmacouttes subido en una tanqueta. Así de solo le habían dejado tras un triunfo electoral que sólo defendió su gente.

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