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El 'golpe' de Tayikistán en la cuerda floja

El Parlamento neocomunista debate si desmonta la dirección que impuso

El Parlamento de la república asiática de Tayikistán, que el pasado día 23 perpetró el primer golpe de Estado comunista en la URSS desde la revolución de agosto, lleva ya dos días de debates sobre las exigencias planteadas por la oposición, que, desde hace más de una semana, mantiene en la plaza central de Dushanbé un mitin revolucionario que exige el establecimiento de un régimen democrático. Decenas de miles de manifestantes, concentrados frente al edificio del Sóviet Supremo, acampados en cerca de un centenar de tiendas y escuchando ininterrumpidamente alocuciones incendiarias de sus dirigentes, mantenían un cerco más psicológico que real contra unos diputados que se resistían a hacerse el haraquiri.

El primer día de debates empleó seis horas en discutir poco más que el orden del día y llegó a un único acuerdo concreto: la derogación de un estado de emergencia en la capital, medida que jamás llegó a aplicarse.Representantes de los principales grupos opositores (el Partido Democrático, el movimiento nacionalista Rastojez y el Partido del Renacimiento Islámico) acordaron el domingo por la noche, tras dos agotadoras jornadas negociadoras con la dirección comunista, que se sometiera a debate parlamentario un borrador de acuerdo. Éste consta de cinco puntos: derogación del estado de emergencia; suspensión de las actividades del partido comunista (rebautizado como socialista); la nacionalización de sus bienes; la dimisión del Fiscal general y del director de la radiotelevisión, y suspensión de funciones del presidente Rajmán Nabíyev hasta después de las elecciones del 27 de octubre, en las que pretende ser candidato.

Se trata de que los diputados, el 94% de los cuales es comunista, anulen las decisiones adoptadas el 23 de septiembre, cuando se derribó al jefe del Estado interino, Kadridín Aslónov, que poco antes había roto su carné del partido después de ilegalizarlo. La jugada falló porque miles de personas tomaron la plaza de la Libertad (antes de Lenin), y aseguraron que no se moverán mientras los comunistas no acepten su fracaso y haya mulás, imames, políticos, poetas, dirigentes sindicales, obreros o campesinos que les hablen del monumento a Lenin que, el pasado día 22, fue derribado por orden de la alcaldía, lo que sirvió de pretexto para la acción de los golpistas.

Los diputados no quieren oír hablar de la dimisión de dos personajes a los que se considera integrantes de la confusa junta: el fiscal general, Nuruló Jubaidulóyev, y el director de la radiotelevisión., Atajov Saifuláyev. Este último, protestó porque en el mitin se golpeó a un camarógrafo y se destruyó su equipo. La oposición sostiene que Saifuláyev ordenó rodar el desmontaje de la estatua con cámaras ocultas y emitió luego un reportaje en el que se recogían los aspectos más lamentables de la profanación.

Catástrofe

La intervención más patética fue la del presidente Nabíyev, que preguntó angustiado: "¿Por qué se acordaron de venir después de seis años?". El fue máximo dirigente de la república hasta que la llegada de la perestroika le obligó a retirarse. Según Nabíyev, si no hay solución y prosigue el mitin, la situación se volverá. catastrófica: "Los colectivos de panaderías dicen que dejarán de fabricar pan, la gente se queja de que con los cupones no se puede comprar nada, la cosecha de algodón se está echando a peder".Nadie le aplaudió.

Su gran enemigo, Aslónov, no tuvo compasión con él. "Nabíyev se cavó su propia fosa, el pueblo rechaza ahora su candidatura. Los comunistas viven los últimos momentos de su poder y prácticamente ya están muertos. Que Nabíyev salga al mitin y pida disculpas a esa gente a la que considera parásitos, que reciba su pensión y se largue", dijo el ex presidente. Extrañas palabras para quien hace tan sólo una semana todavía tenía en su bolsillo el carné del partido comunista.

Durante la celebración de la sesión parlamentaria, el mitin revolucionario, tal vez el auténtico gran poder en Tayikistán, tenía sus filas más nutridas que nunca. Sin embargo, no debía haber más de 30.000 o 40.000 personas, una cifra no demasiado considerable si se tiene en cuenta que Dusharibé tiene 600.000 habitantes y que muchos de los congregados proceden de otras zonas del país. "No crea usted que esta gente representa auténticamente al pueblo", asegura un joyen tayiko con su niña de tres años en brazos. "Vaya a otros barrios y pregunte, verá cómo la mayoría de la gente está en contra de esta revuelta". Tal vez sea uno de los supuestos "espías infiltrados" de que hablan los manifestantes, o, quién sabe, un miembro de esa mayoría silenciosa cuya voz, por su propia naturaleza, es imposible oír. Sin embargo, sean muchos o pocos, estos hombres y mujeres parecen decididos a triunfar o morir.

El mitin prosigue bajo una lluvia persistente que no basta para expulsar a nadie de la plaza. Miles de jóvenes se concentran ante la entrada al Parlamento y gritan furiosos sus, consignas: "Dimisión", "abajo Nabíyev" y, sobre todo, "ozodi, ozodi" (libertad, libertad). Sólo unas decenas de policías desarmados vigilan la entrada al lugar donde se, está decidiendo el futuro de Tayikistán. El servicio de orden del mitin forma una cadena humana para frenar a los exaltados.

"No asaltaremos el Parlamento", afirma Sansedin, un estudiante de una localidad cercana a Dushanbé, "pero no nos moverán, aunque tengamos que esperar un año para lograr nuestr.o objetivo. Si los diputados comunistas no aceptan hoy nuestras exigencias, yo, como otros muchos, me uniré a la huelga de hambre".

La consigna es democracia, y resulta dificil encontrar alguien en esta singular protesta revolucionaria que abogue directamente por la república islámica, aunque éste es el temor de los rusos (10,5% de los habitantes de Tayikistán) y la sospecha en la que resulta inevitable caer cuando se observa la reacción de la multitud ante los discursos de los mulás o de los numerosos creyentes que rezan en dirección a La Meca.

Cabe preguntarse si una democracia auténtica es posible en una tierra en la que el 70% de la población es rural, el 60% vive por debajo del límite de la pobreza, el índice de desempleo es del 24% (aunque el oficial sea del 9%), hay amplias zonas en la que el gasto medio por habitante y año en libros y periódicos es de apenas 30 kópecs (una peseta al cambio libre del dólar) y, pese a los más de setenta afios de poder soviético, las tensiones étnicas y regionalistas son muy fuertes y la influencia del islam, cada vez más abierta, no deja de crecer. Para muchos rusos, los partidos democráticos que aparecen en cabeza de la revolución de la plaza de la Libertad no son sino pantallas, tapaderas o víctimas del único poder real: el de los mulás.

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