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FERIA DE OTOÑO

Ningún respeto

Los taurinos dicen que el público ha perdido el respeto a los toreros, y más bien sucede lo contrario. Nunca en toda la historia de la tauromaquia tuvieron los toreros menos respeto al público. Años atrás, a un torero se le ocurría situarse lejos de los aconteceres de la lidia mientras su peón bregaba duro por el redondel, no digamos si, encima, al peón el toro le pegaba una cornada -tal cual le sucedió a Curro Álvarez-, y no se iba de rositas. Bueno, pues eso hizo en esta corrida Rafael de Paula y, sobre irse de rositas, no se puso ni colorado.Hizo eso y otras tropelías, para que no faltara de nada: la emprendía a trapazos con sus toros; a mandobles después, allá penas dónde le cayeran de punta al pobre animal y, consumado el toricidio, se retiraba a la barrera con aires de Conde-Duque de Olivares, ofendido en su dignidad. Habrase visto.

Bayones / Paula, Vázquez, Ponce

Cuatro toros de Los Bayones (uno fue rechazado en el reconocimiento y otro devuelto por inválido), flojos. manejables. 1º de Los Guateles, noble. 6º sobrero de El Sierro, inválido. Todos con trapio.Rafael de Paula: pinchazo y estocada corta escandalosamente baja (pitos); pinchazo, otro hondo escandalosamente bajo, rueda de peones, tres pinchazos bajos, otro hondo caído y rueda de peones (bronca). Curro Vázquez: dos pinchazos bajos y estocada corta (silencio); estocada corta escandalosamente baja y rueda de peones (pitos). Enrique Ponce: pinchazo hondo ladeado, rueda de peones y tres, descabellos (silencio); dos 31nchazos y cuatro descabellos (silencio). El peón Curro Álvarez sufrió una cornada menos grave cuando bregaba al primero. Plaza de Las Ventas, 30 de septiembre. Cuarta corrida de la Feria de Otoño. Cerca del lleno.

Ahora bien, Rafael de Paula no fue el único irrespetuoso. Para empezar, allí estaba el presidente, que ni se inmutó con las protestas del público por la invalidez manifiesta del tercer toro y su absoluta inutilidad para la lidia. Y luego, Enrique Ponce, pretendiendo torear semejante ruina. Y Curro Vázquez...

A Rafael de Paula lo utilizaron de pararrayos; un cometido para el que no están preparados, ni él, ni nadie de la rasa calé. Es cierto que tenía culpas, pero sólo las suyas, y no fue justo que, al concluir la función, le tiraran a la cabeza las almohadillas que le correspondían y las de los demás. Lo cual ocurrió porque, los demás, se sacudían sus culpas con disimulo. Curro Vázquez, por ejemplo, si bien se mira, hizo algo parecido a lo de Paula, sólo que aguantando el tipo. Toro boyante su primero, reservón su segundo, a ambos los muleteó con desgana y al reservón lo reventó de un sartenazo.. Cuando el toro hipaba agónico con aquella espada saliéndole de un costado, a algunos se les venía a las mientes el crimen de la calle Bordadores.

Tan serrano regresó Curro a la barrera tras perpetrar la afrenta, indiferente a la opinión de los 20.000 testigos de cargo que había en la plaza. Todos de cargo y ninguno de descargo que pudiera recordar del trasteo un muletazo medianamente bueno. En cambio Rafael de Paula -lo que son las cosas-, sí los dió, en su primer toro: exactamente cuatro, pintureros y arremataos. Cuatro pases son pocos para construir faena, por supuesto, pero no se le podía pedir más a Rafael de Paula, de cuyos fondos artísticos personales había traído a Madrid un reducido muestrario metido en el bolsillo del chaleco.

Al inválido que el presidente mantuvo en el ruedo Enrique Ponce insistía en, pegarle derechazos, desoyendo las protestas del público. Aquí es donde los taurinos se explayan acerca del respeto que a los toreros es debido. Utilizan una demagogia enternecedora: "El torero merece respeto y, mientras torea, los públicos han de guardar silencio". O sea, igual que en misa. Sin embargo corresponde primero a los toreros demostrar ese respeto. Porque pegar pases floridas al toro inútil es una trapisonda destinada a triunfar con el mínimo riesgo. Dicho de otra manera, es tomar al público por tonto.

El sexto se revolvía, seguramente a causa de su invalidez, y Ponce aguantó los arreones pundonorosamente, intentando ligar las suertes. Tuvo mérito, aunque tampoco, era como para salir bajo palio. Cuando los toros son inválidos, los toreros deben salir por la puerta de servicio, mejor disfrazados de lagarterana.

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