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También en Nimes cuecen habas

González y S. Dalp / Muñoz, Ojeda, Caballero

Toros de Manolo González y Sánchez Dalp, terciados, flojos y sin picante. 2º y 6º, cojos. 3º, devuelto por inválido. Sobrero de Jandilla, anovillado y flojo. Emilio Muñoz: pinchazo sin soltar, estocada entera (oreja), bajonazo (oreja abucheada). Paco Ojeda: pinchazo sin soltar, estocada caída (salida al tercio); pinchazo hondo, pinchazo sin soltar, otro hondo, media caída (algunas palmas). Manuel Caballero: estocada algo caída, tres descabellos (palmas); estocada caída (dos orejas). Plaza de Nimes, 21 de septiembre. Sexta de feria de la Vendimia. Lleno.

El presidente monsieur Ligier cometió dos ligerezas, quizá para compararse a gusto con los usías españoles: orejeó a Emilio Muñoz en su primero, pese al abucheo del público, y reorejeó a Manuel Caballero en su segundo porque el público lo pedía. En ninguna ocasión era para tanto, porque Muñoz, aunque estuvo en torero de toros, no estuvo en matador de toros, sino que propinó un bajonazo de aúpa a su enemigo; y porque Caballero había, sí, sacado muletazos de relieve, pero a un rival renqueante,

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En Nimes también cuecen habas, no sólo por gestos técnicos (que dirían los cursis del fútbol) como los de Ligier sino porque el público nimeño es quizá más entendido que el de muchas plazas españolas, pero asimismo muy benevolente.

Emilio Muñoz, en su primero, noble y que no cojeaba, estuvo muy puesto. Con la muleta remató una tanda de derechazos con uno de pecho de suma hondura. Citó después de frente y logró naturales generosos. Al matar, tuvo que hacerlo él todo. En su segundo, que en cuanto podía se caía, supo encontrar la distancia y llevar planchada la muleta. Culminó con cuatro ayudados por alto. Se tiró de lejos a matar, pero cosechó tremendo bajonazo. Manuel Caballero, en su renqueante segundo que le desorejaron entre público y presidente, mató expeditivo de estocada caída, tras una faena en la que sacó a relucir un gusto poco común. En su primero, sobrero de Jandilla, muy remiso al embestir, Caballero eligió con buen sentido ser un currante. Paco Ojeda, ante su cojo y flojo primero, tuvo animosos capotazos, y ligó bien, pero era esfuerzo baldío. Mató mal. En el otro, de poco viaje, se fue poniendo más y más perfilero, y el toro le insinuaba derrotes defensivos. Ojeda, tras marcarse una pieza vertiginosa agarrado al lomo del bicho, se empleó fatal con la espada.

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