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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Aclaración de Máximo

A don Agustín Olivera Martín, de Madrid, le gustaría que le aclarases si "la serie Máximo-verano, que el críptico dibujante nos estuvo endilgando el mes de agosto, es la reposición de la estrenada en Máximo-verano 90". (EL PAÍS, 10 de septiembre de 199l).Bien. Puedes aclararle a don Agustín Olivera que el dibujante Máximo -ya sea en verano o en cualquier otra estación del año- no endilga sus dibujos, sino que simplemente los publica, y siempre a petición ajena. Fue EL PAÍS el que le pidió al críptico dibujante que (con libertad absoluta de forma y contenidos) publicase sus dibujos en tan magno rotativo (entonces sólo era ilusionante, ya que aún le quedaban tres meses por nacer) y no el dibujante críptico el que llamó a la puerta de EL PAÍS: aunque anillos no se le habría caído ninguno al infrascrito si tal hubiese hecho -sólo que no es su estilo- y siempre le agradecerá a Juan Luis Cebrián tan germativa llamada y distinción. Si un día EL PAÍS decide pedirle a Máximo que dé la petición por concluida, Máximo se irá con su música callada a otra parte sin ofrecer resistencia. (Tampoco es descartable que Máximo ingrese antes en el Cister o emigre a Wall Street).

Pero a lo que íbamos, querido Joaquín, y de paso contesto a un severo lector de Jaca y a un escandalizado cirujano de Zamora, a quienes parezco haber herido también en sus respectivas sensibilidades: el primero me escribe a mí, pidiéndome arrepentimiento; el segundo a ti, conminándote, en un plazo de 24 horas, a elegir entre mi cabeza o su baja fulminante como lector asiduo de este prestigioso periódico (no entiendo cómo puede olvidar este riguroso lector, con el desdén que manifiesta por mis leves recuadros, que tales apliques son tan sólo una parte infinitesimal, atrabiliaria, frívola y menor de un producto complejo, denso, compacto, interdisciplinar, serio, competente, institucional e histórico, al que él está dispuesto a renunciar por mi culpa, pequeñísima culpa: estoy por dimitir, querido director; mientras decidís entre el cirujano extremadamente justiciero y este humilde servidor, he empezado a comprar dos Países cada mañana para que la empresa, al menos, no se venga abajo por mi culpa).

Bien, Joaquín, vayamos a la poética del asunto, que es lo que importa a los efectos aclaratorios que te pide don Agustín Olivera Martín, y que yo, emergiendo por un momento de la cripta, procuraré, concisamente, facilitar,

Máximo-verano 91 no es reposición alguna y tampoco se estrenó tal paréntesis del vago estío en el 90. Fue en el 89.

En el 89, la serie se ocupó del sexo y del desnudo de un modo honesto, creo, aunque directo y libre, analítico / descriptivo más bien, así como desenfadado y cálido, homenajeador de la mujer en cuerpo y espíritu, y con algún trasfondo irónico, más o me nos consciente, a la saludable aparición de esta temática en los medios / media.

En el 90, la serie tuvo como protagonista a Dios, al poder y a la gloria, y a los humanos, creo recordar, en un juego sexual / deportivo / estival en el que el mismo Dios (o quien sea) participaba, casi siempre como perplejidad pasiva y enigmática, pero no condenatoria, como es lógico. Los dibujos que tanto molestan a los obsesionados son los obsexos (yo, se supone: no lo niego), no pasaban de media docena.

En el 91, los personajes principales han sido los niños, aunque algún lector no los haya visto, y la brisa en toda la serie era recurrentemente lírica: ¿pediré perdón porque en algún dibujo apareciese la muerte, el chillido de las gaviotas, la risa y el llanto de los niños, el silencio del mar? Aparecían también hombres y mujeres grandes y otros seres mitológicos, pero como intrusos complementarios, supongo, a unas fantasías infantiles que (al margen de los apriorismos o apotegmas de un señor de Jaca, un cirujano de Zamora y un dibujante de Mambrilla de Castrejón), en muchas ocasiones, pero sobre todo en verano y a orillas del mar, pueden tener al desnudo, a la belleza y al sexo por feliz y premonitorio argumento. En el dibujo 33 y último aparecía Dios con el ojo en el vértice del triángulo (por fuera), como un pájaro extrañamente posado en sí. (No me pregunten qué significa. Gracias). Esta serie no se componía, por primera vez en los M / V, de dibujos totalmente independientes (aunque pudiesen ser vistos de un modo aislado, incompleto o sin seguir un orden). Estaban hechos y sucesivamente pensados para ser publicados en esa sucesión precisa y para ser mirados uno tras otro, y así poder relacionarlos entre sí: pura utopía, seguramente, por mi parte, salvo para lectores de los que nunca escriben una carta al periódico. Cada dibujo, en fin, respondía al anterior por oscura asociación o elíptica ruptura, y todos ellos, como en una secuencia irracional racionalizada, componían (quizá compongan) un tono musical: deberían verse todos seguidos si los periódicos no muriesen a las 24 horas y las pescadillas con ellos envueltas pudieran ser desenterradas impunemente.

Esto es algo de lo que podrías aclarar a nuestros expeditivos y nada perezosos comunicantes, querido director.

Personalmente, el dibujante, tras la depresión y los disgustos, agradece a sus admonitores, in-

Aclaración de Máximo

quisitores y criptólogos la atención prestada y lo que no se explica es que se la presten, resultándoles tan insolvente. En la esperanza de que todas estas broncas no afecten a mi ser indómito ni me produzcan autocensura en venideros estiajes, recibid tú y los citados lectores un casto abrazo de otoño-invierno.- Máximo San Juan Arranz.

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