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El PDS alemán, condenado a desaparecer

El Partido del Socialismo Democrático (PDS), heredero del Partido Socialista Unificado (SED), que gobernó durante 40 años la desaparecida República Democrática Alemana, parece irremisiblemente condenado a desaparecer de la vida política alemana. De nada le han servido sus escaños en el Bundestag. Su militancia y presencia social siguen menguando, y para acabar de arreglarlo, la plana mayor del partido, aprovechando la ausencia de su líder, el renovador Gregor Gysi, mostró su auténtica cara al apoyar incondicionalmente a los golpistas de la URSS.El lunes 19 de agosto, mientras en Moscú empezaban a salir los primeros carros de combate a la calle, se reunía en la Karl Liebknecht Haus, en Berlín, la plana mayor del PDS. Faltaba Gysi, que se encontraba de vacaciones, así como la mayoría de los parlamentarios del partido. La vieja guardia, enemigos acérrimos de Mijaíl Gorbachov, en quien aún ven al culpable de sus desgracias, y recordando con nostalgia los tiempos pasados, cuando poseían el poder absoluto, se soltaron apasionadamente la lengua para, al final, hacer pública una declaración de simpatía con los golpistas moscovitas, únicamente matizada con la advertencia de "utilizar el poder, del Estado sólo para impedir que el país se hunda en la violencia, el caos, el hambre y la ausencia de derechos".

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El ala renovadora del PDS reaccionó inmediatamente, pero ya era un poco tarde. Helga Adler se solidarizó aquel mismo lunes "con la resistencia de los movimientos democráticos, y Gysi, cuando el martes volvió apresuradamente, hizo lo mismo, además de ofrecerse a viajar personalmente a Yalta para hablar con Mijaíl Gorbachov. Tras el fracaso del golpe, los miembros del grupo parlamentario del PDS en Bonn, incluido el último primer ministro comunista de la RDA, Hans Modrow, felicitaron a Gorbachov y a Borís Yeltsin.

Pero éste es el gran problema de los comunistas renovados alemanes. Gysi y su gente los diputados del PDS en el Bundestag no representan ni de lejos a la menguante militancia que sigue en el partido un tanto por rutina y otro tanto como última balsa de salvación en medio del naufragio. Lastrados por un pasado Intenso del que cada día se descubren más aberraciones, atrapados en una red mortal de compromisos y favores, de oscuras finanzas y dobles morales, ni el puñado de escaños que obtuvo en las elecciones del pasado diciembre ni la catastrófica situación económica en la ex RDA les ha servido para consolidarse en el espectro político de la nueva Alemania.

Según el informe presentado en el congreso extraordinario del PDS celebrado a principios de verano, en los últimos 18 meses el partido había perdido a más del 90% de sus miembros y la mitad de los que siguen en activo tiene más de 60 años. De los 2,5 millones de militantes que contaba el SED en octubre de 1989 -cuando fue defenestrado Erich Honecker- quedan ahora tan sólo 240.000. El 97% de los actuales militantes ya formaba parte del SED, y tan sólo 600 alemanes occidentales se les han unido.

El Gobierno de Bonn tiene congeladas las cuentas corrientes del PDS, que ahora necesita el acuerdo previo de la Treuhand -el organismo encargado de la privatización de las industrias de la ex RDA- para cualquier movimiento.

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