El TUC británico evita crear problemas al laborismo
Los dirigentes sindicales británicos han conseguido sus dos objetivos: soslayar, más o menos, las divisiones internas en el movimiento sindical británico y no cargar con reivindicaciones exageradas el programa electoral de su tradicional aliado, el Partido Laborista. La convención anual del Congreso de los Sindicatos (TUC) alcanzó ayer la jornada de clausura con sólo dos sobresaltos: el rechazo al plan de empleo juvenil preparado por el Gobierno -lo que el Ministerio de Trabajo se ha apresurado a calificar de "obvio desinterés por los parados"- y una rotunda moción contra la energía nuclear. Ambas propuestas fueron llevadas a la convención por el líder minero Arthur Scargill, convertido en la pesadilla izquierdista del secretario general del TUC, Norman Willis, y del propio Partido Laborista.
Scargill, sin embargo, fue derrotado al proponer la "inmediata abolición de todas las leyes antisindicales" puestas en vigor por los Gobiernos conservadores desde 1979. Tal abolición hubiera tenido que correr a cargo de un hipotético Gobierno laborista tras las próximas elecciones, aunque difícilmente podría obtener la mayoría en el Reino Unido un partido que, llanamente, propusiera en su programa la vuelta a una época de prepotencia sindical que el electorado aún recuerda con horror. El líder del Partido Laborista, Neil Kinnock, que ha seguido la conferencia como observador, respiró aliviado cuando los delegados de los sindicatos rechazaron la propuesta. de Scargill.
La amenaza japonesa
La mayor parte de los debates sobre estrategia sindical han acabado topando con el demonio familiar del TUC: los japoneses. Las compañías japonesas, que han desembarcado masivamente en el Reino Unido durante los años del thatcherismo, han puesto a los sindicatos entre la espada o la pared: crean miles de puestos de trabajo en una sociedad azotada por el paro y, por tanto, no pueden ser frontalmente rechazadas, pero a la vez importan "sistemas sindicales extranjeros, en definición de los sindicalistas, que quiebran la tradicional fortaleza de los sindicatos, basada en la unidad.Los japoneses insisten en tratar directamente con los sindicatos de cada actividad: si fabrican automóviles, negocian con el sindicato de mecánicos o con el de pintores, por ejemplo, pero se niegan a tratar con el conjunto de todos ellos. El Sindicato de Electricidad, Electrónica, Telecomunicaciones y Fontanería (UEETF) aceptó hace tres años el modelo japonés y fue expulsado por ello del TUC. Los delegados del sindicato de mecánicos rompieron el jueves una lanza a favor del proscrito UEETF y obtuvieron, significativamente, una sonora mezcla de aplausos y abucheos. Este es el principal exponente de las divisiones internas cuya solución han preferido dejar para después de las elecciones generales y convocarse para primeros de noviembre.
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