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16 personas residen en la sala de espera de la clínica Puerta de Hierro

Jorge A. Rodríguez

La sala de espera de la unidad de vigilancia intensiva (UVI) de la clínica Puerta de Hierro se ha convertido en una fonda. Los familiares de los enfermos de vigilancia intensiva residen en esta sala, de 20 metros cuadrados. Duermen, comen y hacen la colada. La semana pasada, 16 personas durmieron en el suelo y en los sillones. "Parece un hospital africano", ironiza un médico. "¿Y dónde voy a ir, si tengo un familiar entre la vida y la muerte?", pregunta un joven de Ciudad Real.

Miércoles, 2.30. La sala de espera de las unidades de vigilancia intensiva del hospital está repleta. Hay 16 personas durmiendo. Seis reposan vestidas sobre colchonetas de cámping. El resto, sobre los sillones verdes, mullidos pero incómodos, que recorren la habitación en forma de ele. Un hombre ronca con el pecho al descubierto. Otro chasquea la lengua para que se calle. En alguna de las tres unidades de vigilancia intensiva están sus famiIiares so metidos a trasplantes o a operaciones a corazón abierto. La clínica Puerta de Hierro es un centro puntero en esta materia.Antes de dormir se suceden conversaciones monotemáficas. Una familia de Barcelona narra el accidente de tráfico que sufrió su hijo a su paso por Madrid, de regreso de vacaciones. Un matrimon«o chino relata cómo su hijo se abrió la cabeza cuando su moto fue arrollada por un camión. Una mujer de León explica que lleva cuatro meses vi . vi . endo en la sala, mientras su marido lucha contra la muerte.

Acostado tras el mostrador

Un hombre con bigote duerme tras un mostrador del descansillo de la tercera planta, entre la UVI-3 y la sala de espera. Enfrente, un cartel explica que sólo se dará información a las doce, y que las horas de visita son de 12.30 a 13.15 y de siete a ocho de la tarde. En el pasillo se oye el rumor de los aparatos de la UVI.Una enfermera de guardia explica que a los familiares no se les da información fuera de las horas establecidas. "No tienen por qué quedarse aquí, ya que se les pide un teléfono de contacto para llamarlos en caso de alguna eventualidad, y además aquí al lado hay una pensión barata", explica. "¿Dónde quieren que vaya? ¿Me voy a casa? ¿Y allí qué hago, si los míos están aquí, se pregunta el mismo vecino de Ciudad Real, que lleva dos días durmiendo en el suelo. "Un hotel nos sale demasiado caro para mi madre y para mí", remacha.

La continua ocupación de la sala de espera se ha convertido en una costumbre para el centro, dotado de 561 camas. Tanto es así, que un cartel fijado sobre la pared de la habitación pide a los familiares que abandonen la sala de ocho a ocho y media de la mañana "para limpiar". La colada se tiende entre las persianas y a ventana. El suelo está lleno de bultos.

Un médico del equipo de guardia insiste en que la gente no tendría que quedarse allí, y afirma que la mayoría de las personas que viven en la sala son familiares de enfermos "que no han visto otra solución de alojamiento, aunque a veces se quedan por capricho".

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Sobre la firma

Jorge A. Rodríguez
Redactor jefe digital en España y profesor de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS. Debutó en el Diario Sur de Málaga, siguió en RNE, pasó a la agencia OTR Press (Grupo Z) y llegó a EL PAÍS. Ha cubierto íntegros casos como el 11-M, el final de ETA, Arny, el naufragio del 'Prestige', los disturbios del Ejido... y muchos crímenes (jorgear@elpais.es)

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