Edith Cresson
ha renunciado este año a las vacaciones lejos de París. La decisión de la primera ministra francesa va unida a otras dos: la de permanecer en silencio, aconsejada por el asesor de imagen del presidente Mitterrand, harto de ver cómo su mujer de confianza llamaba "ratas" y "hormigas" a los japoneses o de cómo ponía en cuestión los hábitos sexuales de los británicos, y, segunda, la de aprovechar el inesperado aumento de popularidad -ocho puntos según Paris Match- logrado con la promesa de un mayor control sobre la emigración clandestina. Pero Edith Cresson no se refrena. El protagonísmo de la ministra de Relaciones con Europa, Elisabeth Guigou, por el acuerdo sobre la importación de coches japoneses a la CE, ha llevado a Edith Cresson a comparar a la guapa y coqueta ministra con Barbie Superstar, la muñeca rubicunda que mejor encarna la vieja feminidad.
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