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Tomar el sol sin dejarse la piel

Los médicos recomiendan extremar las medidas para evitar quemaduras y cáncer cutáneo

"¡Cuidado, no me toques!", le dijo Carmen sobresaltada a un compañero de trabajo cuando éste le puso la mano en el hombro. No es que esta abogada madrileña, de 31 años, tratara de repeler el supuesto acercamiento sexual de un colega del bufete. En realidad, intentaba evitar el más leve contacto sobre su piel, quemada por el sol durante la escapada de un fin de semana de julio a las playas de Alicante. "Cometí una barbaridad al querer broncearme en un par de días. Estuve a punto de dejarme la piel en el empeño", exclama escarmentada.

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Carmen G. M., de piel muy blanca y ojos claros, regresó a Madrid con ampollas en la espalda, el escote y los brazos, y unas décimas de fiebre y malestar general."Se trata de una quemadura solar de segundo grado", explica Ángel Simón Merchán, jefe de dermatología de la clínica Puerta de Hierro de Madrid. "La quemadura de primer grado", añade, "se caracteriza por el eritema o enrojecimiento de la piel, en tanto que en el segundo grado aparecen las ampollas. En cualquiera de los dos casos, según la intensidad, se pueden presentar manifestaciones generales como malestar y fiebre, además de dolor en la parte afectada ante el roce de la ropa y las sábanas o el contacto físico con los demás. Aunque más raramente, a veces la quemadura va acompañada de deshidratación e insolación".

Durante los meses estivales, las quemaduras producidas por el sol se convierten en un frecuente motivo de consulta en los dispensarlos y ambulatorios de las zonas costeras de nuestro país. Pero este fenómeno no es privativo de la playa. Las piscinas de las regiones del interior y la montaña son también escenario de esta reacción fototraumática de la piel.

"A la hora de tomar el sol", advierte el especialista de Puerta de Hierro, "debemos tener presente algunas consideraciones: en primer lugar, el tipo de piel. Las personas con piel muy blanca, ojos claros y pelo rubio son mucho más vulnerables. A medida que estos órganos o rasgos se van oscureciendo, existe una mayor protección natural frente al sol. Luego está el tiempo de exposición; hay que empezar por 10 minutos el primer día, que se irán ampliando progresiva y lentamente. No debemos olvidar tampoco las horas de permanencia al sol; las más dañinas son las comprendidas entre las once de la mañana y las dos de la tarde (hora solar). Otros dos factores son la latitud y la altitud en donde nos encontremos".

Herpes labial

No es lo mismo tomar el sol en una playa del trópico que en otra del Reino Unido. Ni tampoco es igual tomarlo en una piscina de la meseta que en otra de la montaña. A mayor altura, los rayos del sol están menos filtrados y queman más fácilmente la piel. Un día de estar expuesta al sol en la sierra madrileña le costó a Loreto Miralles, de 15 años, dos semanas sin poder salir de casa."Me invitaron unos amigos de mis padres", cuenta, "a pasar un día de agosto del año pasado en su piscina de la sierra. Cuando volví a Madrid por la noche tenía la cara exageradamente roja y notaba que me ardía. Al día siguiente, me salieron ampollas y tenía los labios hipersensibles. Fui al médico y me recetó una pomada que me vino muy bien. Pero a la semana, en cuestión de pocas horas, me salió un herpes labial de tal magnitud que me deformó los labios y la expresión de la cara. Estuve dos semanas encerrada en casa, y los primeros días sin apenas poder hablar y alimentándome sólo de líquidos y purés".

Según indica Eduardo Fonseca, dermatólogo del hospital La Paz de Madrid, el virus herpes simple puede ser reactivado de forma desproporcionada por una excesiva exposición al sol y como consecuencia de una quemadura.

Jugar peligrosamente con el sol puede suponer el pago de altos tributos. Las quemaduras son sólo una pequeña muestra. La más importante es el cáncer de piel. El melanoma maligno, el peor cáncer de piel, ha aumentado un 500% en los últimos 50 años, desde que la diseñadora francesa Coco Chanel impusiera la moda del bronceado.

Otro tributo son las manchas y el precoz envejecimiento del tejido cutáneo. Está demostrado que con los baños continuados de sol la piel pierde firmeza, brillo y elasticidad. Y las radiaciones solares son acumulativas, es decir, que se van sumando con los años que se está expuesto al sol.

Además de las consideraciones ya aludidas, es conveniente no olvidar las cremas bronceadoras. "Éstas cumplen una importante función protectora asegura Eduardo Fonseca, que considera fundamental que tengan filtro solar o factor de protección. Actualmente, existe en el mercado una amplia gama de cremas de gran calidad. Algunas de ellas tienen ácido urocánico, una sustancia que es un componente natural de la piel y que cumple una función protectora frente al sol. Una información de la Federación Nacional de Consumidores y Amas de Hogar de España (UNAE) (véase EL PAÍS del 17 de julio) alertaba de los posibles efectos cancerígenos del ácido urocánico que contenían algunas cremas bronceadoras, en virtud de una investigacion realizada en EE UU.

Los especialistas consultados han mostrado su extrañeza ante tal información, y aseguraron que hasta ahora no ha aparecido nada publicado al. respecto en la literatura médica y científica mundial. Eduardo Fonseca advierte, por otra parte, que cuando se está siguiendo un tratamiento farmacológico y se desea tomar el sol es conveniente consultarlo con el médico, ya que existen ciertos medicamentos y productos que pueden hacer que la piel sea mucho más vulnerable de lo normal a las quemaduras (antinflamatorios, ciertos antibióticos, sulfamidas e incluso la loción repelente de insectos).

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