Vida privada
Quienes se dedican a entrometerse en la vida privada de los demás es que carecen ellos mismos de vida interior. Están vacíos, muertos, y sólo vampirizando la vida de otros pueden seguir. La envidia tiene también bastante que ver con esto. Esa satisfacción insana de quien, careciendo de felicidad propia, siente placer destruyendo la armonía de otros.Si espiar el ir y venir de la vecina del tercero, o del vecino del quinto, se convierte en nuestro eje, más vale que nos muramos, físicamente, porque animicamente lo estábamos ya.
La pérdida del puesto de trabajo de una norteamericana porfumar en su casa o la quema de herejes en la edad moderna no son hechos muy distintos ni distantes en su génesis. Se basan ambos en querer forzar reglas propias en vidas ajenas.
La pretendida ley Corcuera, con su aparente inocuidad para los ciudadanos de buena fe, en cierra una bomba de tiempo en sus párrafos. Bastaría-dejar que transcurriesen unos anos y que un Gobierno autoritario - que siempre vienen en tiempos de crisis- quisiera usarla con carácter más amplio: las puertas de todos los españoles estarían abiertas para lo que quisieran mandar. No olvidemos la utilización nefasta de la derogada Ley de Peli-
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grosidad Social, antigua de vagos y maleantes, que era aplicada, con criterio de chicle, durante la dictadura franquista, hasta bien entrada la democracia. Con ella cabían todos en el mismo saco: gitanos, homosexuales, pordioseros, políticos no afectos o prostitutas. De su cumplimiento se encargaban los felizmente extinguidos jueces de vagos, que Dios tenga en su gloria. No se puede poner en manos de ningún Gobierno un arma con tantos filos; por donde la cojas, te cortas.
En este país deberían existir, por el contrario, más reglas de protección a la vida íntima, a la esfera privada del individuo. La ya existente era informática pone en manos de otros tal cúmulo de datos que si alguien con intenciones aviesas se dedica a relacionarlos puede causar daños incalculables. Nunca nadie puede tener poder absoluto. Y menos, repartir parcelas de su poder en los escalafones inferiores de la policía, el Ejército o los inquisidores de turno; pronto llegaríamos a tener perros de presa debajo de la cama.
Al igual que en una casa de vecinos se han de respetar unos a otros, no introduciéndose en la vida de los demás, los gobernantes de la nación no pueden arirogarse el poder de irrumpir en la intimidad del individuo. Eso yalo tuvimos, y su nombre está vivo en nuestras mentes: fascismo. El hedor de sus víctimas flotará por siempre en la atmósfera- Emilio del Barco.
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