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Reportaje:GENTE

Alí Harún

Ministro argelino de Derechos Humanos

Su cargo es insólito en el mundo árabe y musulmán: ministro para la Defensa de los Derechos Humanos. "Y es que Argelia, pese a la imposición del estado de sitio, no es Chile",' asegura este abogado de 54 años, casado y con tres hijos, víctima de la ruptura en 1962 del Frente de Liberación Nacional (FLN) y que ahora tiene como compañeros de Gobierno a varios miembros del otrora partido único y que él considera "destinado a desaparecer". Harún ha viajado a Madrid para participar en El Escorial en un seminario de los cursos de verano de la Universidad Complutense sobre el tema El Mediterráneo: seguridad y cooperación, dirigido por el ex ministro de Exteriores español Fernando Morán.Mucho tiempo ha pasado desde que fuera, en 1962, miembro del Consejo Nacional de la Revolución Argelina, desde que la línea maqui del interior fuera derrotada por el ejército exterior de Bumedian y de Ben Bella, desde que quedara fuera del FLN y desde que defendiera a estudiantes que protestaban por el golpe triunfante de 1965, o a militares protagonistas del fracasado de 1967. Ya en la Argelia independiente, proscrito, entró clandestinamente en su propio país. "Tenía que pasar una noche en Argel", recuerda, "y no sabía dónde ir. Así que llamé a la puerta del procurador general. '¡Tú!', me dijo asombrado. ¿No sabes que tengo que detenerte?'. Pero terminó dejándome dormir en su casa. A la mañana siguiente, partí hacia la montaña".

Desde poco después de aquel incidente, y ya sin riesgo inmediato de dar con sus huesos en la cárcel, ejerció como abogado. Y a eso se dedicaba cuando, hace poco más de un mes, Gozali le llamó para ocupar este ministerio de nueva creación, del que muchos sospechan que sólo sirve para ponerle en un escaparate. Harún lo niega: en los seis meses que tiene de plazo, y pese a la escasez de medios (por el momento, todo su equipo lo forman él mismo y una secretaria), se propone efectuar un tratamiento de choque en defensa de los derechos humanos que confía en que, por un fenómeno de ósmosis, se propague a otros países del Magreb.

"Quiero que este ministerio", asegura, "demuestre su eficacia y se mantenga como una conquista, de forma que el próximo Gobierno no pueda prescindir de él o convertirlo en una oficina sin competencias efectivas".

"En la actual situación de emergencia", señala, "estoy demostrando que el departamento tiene una misión clara, sobre todo preventiva. El Ejército no puede adoptar medidas como detenciones o residencias forzosas sin consultar a un comité en el que la participación civil y de grupos ajenos al Gobierno es mayoritaria, y se puede apelar ante consejos regionales (hay tres), en los que hay un militar, un prefecto y un jefe de policía, junto a tres civiles propuestos por organizaciones sociales desligadas del Gobierno".

Harún cree que hoy "el papel político del Ejército es mínimo", pero no niega que, si la sociedad civil no puede controlar la amenaza integrista, puede llegar un momento en que los hombres de uniforme entren en liza e intenten presentarse como salvadores del Estado.

A la pregunta de si considera que hay un riesgo real de que Argelia se convierta en una'república islámica, responde prudente: "No soy Madame Soleil". O sea, que no puede predecir el futuro. Pero la impresión es que no descarta que esa amenaza se concrete. "Si nuestro esfuerzo democratizador fracasa, sus efectos negativos se dejarán sentir en el Magreb y al norte del Mediterráneo. Europa no puede cruzarse de brazos".

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