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El Puñales y los 'yonquis'

Los conductores de la línea 130 no quieren ser héroes por un billete

Francisco Peregil

Los tiempos en que el Puñales era el rey de la línea 130 de autobuses terminaron hace un año. Ahora, los 14 conductores del trayecto más peligroso de Madrid -que arrastra una leyenda negra de jeringuillas, sida y peleas- creen que los tiempos y el paisaje, moteado de chabola s (La Celsa) y casas prefabricadas (Torregrosa), no incitan al heroísmo. El 1 de julio, un empleado de la EMT fue herido con un punzón. El Puñales tenía otra madera; se le metían varios yonquis en el autobús sin billete, sacaba un puñal, lo ponía sobre el expendedor y clamaba: "El que tenga güevos que pase sin pagar"."A veces le salía bien, pero sé que alguno se le puso chulo y entonces sí que me hubiera gustado verlo por un aguierito", indica un conductor. Juan, otro chófer de la 130 (Villaverde Alto-Vicálvaro), fuerte, rubio y con gafas, sabe sus limitaciones: "He sido camionero 12 años y sé que cojo a dos colgaos de ésos y los machaco, pero aquí sentado hasta un niño me puede partir la cara. Además curro todos los días y me pueden dar una paliza cuando menos me lo espere".

Así que lo mejor es dejarlos, y para pedir los billetes ya hay cuatro inspectores desde marzo que se hacen respetar más, no por inspectores, sino porque van juntos. "Una vez cerramos las puertas de un autobús, y de siete que había sin billetes cinco saltaron por la ventana", comenta uno de ellos.

VIP 'cutre'

Ahora, los yonquis (toxicómanos) se han ganado, a fuerza de tenacidad, el trato de pasajeros VIP (very important person). Si no quieren pagar, no pagan, y para ellos están los asientos traseros, donde reposan sudorosos de los efectos del último chute (dosis). En esos asientos no se oye ni música de Camarón ni de Ketama ni de nadie. Silencio, negocios y alguna que otra pelea; es el menú de los VIP. "Aquí se han llegado a pelear y yo no he dicho esta boca es mía", afirma Juan, el conductor.

Carlos, que asegura ser el chófer más joven del trayecto, dice que lo mejor es dejarlos, sí; pero reconoce que alguna vez "le hieren a uno el amor propio". Una joven pasajera que se coloca cerca de Carlos dice que lo peor es la "mierda" que se respira durante todo el trayecto. "Huelen mal y vienen llenos de mierda", afirma.

Pero los lances desagradables no ocurren sólo con los yonquis, sino también con los viajeros normales. De hecho, cuando los inspectores paran a jóvenes y les piden el billete, los viajeros increpan indignacos no a los toxicómanos, sino los inspectores, por el retraso que originan en las líneas.

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La contraseña, nada de héroes

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Sobre la firma

Francisco Peregil
Redactor de la sección Internacional. Comenzó en El País en 1989 y ha desempeñado coberturas en países como Venezuela, Haití, Libia, Irak y Afganistán. Ha sido corresponsal en Buenos Aires para Sudamérica y corresponsal para el Magreb. Es autor de las novelas 'Era tan bella', –mención especial del jurado del Premio Nadal en 2000– y 'Manuela'.

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