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LA DESINTEGRACIÓN YUGOSLAVA

La normalidad imaginaria

El teatro nacional croata representa el Tartufo de Molière. En el monumental hotel Esplanade se celebran bodas de lujo. En el mercado central de Zagreb, junto a la catedral, las campesinas de los alrededores ofrecen a voces cestitas de grosellas, frambuesas, fresas y cerezas negras.La normalidad en Zagreb parecería total si no se viera rasgada por los pasquines en los portales que enumeran las instrucciones a los ciudadanos en caso de bombardeo aéreo e informan sobre los refugios adjudicados a cada bloque. "Mantengan contacto con el exterior a través de la radio y la televisión".

Durante el día, las tiendas y los supermercados están repletos de productos con unos precios que hacen de Zagreb una ciudad más cara que Viena o Ginebra. Las terrazas están llenas de jóvenes, pasados ya los exámenes, y centenares de perros con sus dueños se dan cita en el parque del Rey Tomislav.

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Los ciudadanos de Zagreb acuden a sus trabajos y aparentan hacer una vida normal, pero son conscientes de hallarse en una encrucijada de su pueblo y de sus vidas. Nadie parece dudar sobre su actitud en el momento de estallar una guerra que muchos creen inevitable. Nadie se declara objetor de conciencia a la hora de ir a una guerra que todos temen, porque saben que, si llega, su crueldad será inaudita. "Nunca, nunca nos van a dejar en paz los serbios".

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