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El alcalde de Leganés anuncia fuertes trabas para la celebración de conciertos de 'rock radical'

Los violentos incidentes registrados en Leganés en los dos últimos meses por la acción de grupos de asistentes a sendos recitales del denominado rock radical han obligado al Ayuntamiento a replantearse su política de apoyo a este tipo de música, que provoca inquietud entre los vecinos. "Los organizadores de estos conciertos", advierte el alcalde, José Luis Pérez Ráez, "lo van a tener difícil y se les van a exigir unas garantías de tan imposible cumplimiento que no creo que les sea rentable montarlos". El sábado pasado se celebró con absoluta normalidad un recital del grupo pop Modestia Aparte.

Fallos en la organización, deficiencias en la infraestructura necesaria para este tipo de actos multitudinarios y las características del público que arrastran grupos como Barricada o La Polla Récord son los factores que esgrimen distintos sectores consultados para dar una explicación a lo sucedido.A eso se une que Leganés es uno de los pocos municipios madrileños que mantienen una programación estable y continuada, que ha transformado a la localidad en la sede del rock de la región. De más de un centenar de conciertos programados con colaboración municipal en los últimos cuatro años sólo en estos dos se han registrado acciones violentas.

Francisco Cenamor, del colectivo Mili KK, uno de los 5.000 jóvenes que tenían previsto acudir la semana pasada al concierto de La Polla Récord, cuya suspensión originó que grupos de jóvenes causaran destrozos en distintos puntos de Leganés, ha negado que los seguidores del llamado rock radical sean de por sí violentos.

No habría habido "bronca", añade Cenamor, si los ánimos no se hubieran caldeado previamente con la suspensión, el día anterior, del concierto de Tijuana in Blue por retrasos en el montaje de un escenario y por el precio de la entrada. Y no habría habido incidentes de no ser por la presencia de un férreo cordón policial, según recalcó el joven.

El PP pide la prohibición

Bronca que justifica añadiendo que los aficionados a este tipo de música, heredera del rock radical vasco, son tratados con menos derechos que los que, por ejemplo, asisten a actuaciones de grupos de pop. "No existe ni el respeto necesario a la gente que paga una entrada, que cuesta 1.000 pesetas, y nos tratan con desprecio y con mala organización".Aspecto que no comparte en absoluto el portavoz del PP en el Ayuntamiento de Leganés, Pedro Villanueva, cuyo grupo piensa interpelar al alcalde para que sean prohibidos los conciertos considerados de alto riesgo, "a los que acuden una serie de personas que más que escuchar música van a armar camorra".

Para el portavoz del PP, sería una irresponsabilidad mantener estas actuaciones musicales, que, en su opinión, sólo provocan escándalos, pánico, un gasto innecesario y un esfuerzo infructuoso de la policía.

Pérez Ráez reconoce su frustración ante las consecuencias negativas del apoyo municipal a determinados sectores juveniles. Sin embargo, critica duramente la actitud de los populares, a los que acusa de carecer de la sensibilidad para intentar acercarse a los jóvenes del cinturón metropolitano y aceptar su cultura como es. "Los punkis no se mueven por el barrio de Salamanca ni tienen los ojos azules ni el pelo corto y rubio, como a ellos les gustaría".

Los conciertos de rock atraen a Leganés a jóvenes de toda la región, en especial de los distritos madrileños más pobres (Vallecas, Villaverde, Carabanchel) y de las llamadas ciudades dormitorio del área metropolitana, tales como Getafe, Alcalá, Móstoles, Leganés, Fuenlabrada o Pinto. Se trata de un público fiel, que, sin pertenecer específicamente al movimiento punk, sigue a los grupos toquen donde toquen. Según Cenamor, tienen unos puntos de conexión tan grandes que incluso "no haría falta ni pegar carteles".

Los aficionados a este movimiento musical configuran un sector que con el ambiente caldeado y con el mosqueo de encontrarse sin transporte público tras un concierto o suspenderse una actuación "desparraman mogollón sin tener muy claro el objetivo contra el que dirigen sus protestas".

El caso es que el 4 de mayo, tras el concierto de Barricada, y el domingo 23 junio, con la suspensión del de La Polla Récord, las calles de Leganés se vieron invadidas de grupos de jóvenes que de forma dispersa iban dejando a su paso un rastro de papeleras arrancadas, contenedores quemados, retrovisores y cristales rotos o vallas destrozadas. La policía manifestó que se había sentido desbordada para atajarles.

Horas de violencia

Si en el concierto de Barricada la actividad de estos grupos violentos se prolongó durante horas, en el del grupo vasco los incidentes terminaron con enfrentamientos entre jóvenes y policías, dos de cuyos agentes resultaron heridos leves por pedradas. Los ánimos de los jóvenes se exaltaron en el primer concierto por la falta de autobuses nocturnos y servicio de tren de cercanías al concluir la actuación, y en el segundo, porque fue suspendido cuando sólo faltaba hora y media para su inicio, argumentando que el cantante del grupo sufría una afonía.Los incidentes, que de forma aislada no hubiesen pasado de ser anecdóticos, en conjunto han motivado la inquietud en la población. Los daños denunciados en el Ayuntamiento no son excesivamente considerables, según el alcalde, y los mayores problemas los motivó la alteración del orden habitual de Leganés.

Al margen de las lesiones causadas a los policías, el incidente más escandaloso del domingo se produjo cuando un punk de 19 años, junto a otros jóvenes, arrojaron papeleras a la vía del ferrocarril. El joven, que fue detenido posteriormente, se colocó entre los raíles y obligó a detenerse al expreso Lusitania, que circulaba en esos momentos en dirección a la capital portuguesa.

Maltrato

José Luis López Manso, presidente de la Coordinadora Rock de la Zona Sur y organizador del concierto de La Polla Récord, opina que "es lógico que la gente se rebote si se la trata mal". Para él, se deben superar los déficit de infraestructura y mejorar el recinto ferial si se quiere seguir montando actos multitudinarios, aunque reconoce que unos sectores del público son más conformistas que otros. No se pueden organizar actuaciones para 6.000 personas sin las condiciones de transporte para el regreso y en un recinto mal acondicionado, concluye el promotor.Los conciertos de Leganés surgieron como una plataforma de ayuda a los grupos locales, pero ahora se han convertido en "un negocio para determinados promotores", manifiesta López Manso, que estima que sería necesario retomar los criterios iniciales y no volver a organizar conciertos de rock radical más contestatario hasta que Leganés cuente con los medios necesarios para generar la seguridad en actuaciones de grandes masas.

El movimiento vecinal critica la poca seriedad de los servicios municipales en la realización de estos actos, cuestión que, para el presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos, Juan Antonio Sánchez, es la raíz de la "crispación y mala leche que dan origen a los estallidos juveniles".

"El rock es bueno", añade Sánchez, "y no se puede suspender la programación de conciertos por dos brotes de violencia que, sin ser razonables, pueden explicarse por esos fallos y por los precios, que superan la capacidad adquisitiva de la juventud".

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