Ben Bradlee 26 años al frente de 'The Washington Post'
Antonio Corrochano, maestro de críticos taurinos, inmortalizó una faena de El Niño de la Palma con una frase lapidaria, ya incorporada al acervo taurómaco nacional. "Era de Ronda y se llamaba Cayetano", decía la reseña de Corrochano. "Era de Berston y se llamaba Ben", se podría parafrasear en esta ocasión. Ben es Benjamin Bradlee, y su faena consiste en haber convertido a The Washington Post, un diario local y provinciano, en uno de los grandes periódicos del mundo.Bradlee, que cumplirá 70 años en agosto, deja la dirección del Post tras 26 años al frente de una nave periodística que hace tiempo dejó de ser únicamente un periódico para transformarse en una institución de la capital norteamericana, algo tan familiar al entorno de Washington como el Capitolio o la Casa Blanca.
El anuncio de su retirada, el pasado viernes, constituyó noticia de primera página en todos los medios del país, incluido su principal competidor, The New York Times, con cuyo ex director y actual columnista Abe Rosenthal, Bradlee mantuvo un pulso periodístico durante décadas. "No me cabe duda de que ha llegado la hora de que el tiempo siga su curso", escribía Bradlee en una breve nota de despedida a sus redactores pinchada en el tablón de anuncios."Gracias a todos por lo que habéis hecho por mí y por el periódico. Ningún director tuvo nunca a su lado tal colección de periodistas de talento".
"Ha sido un gran director, y todos estamos en deuda con él", declaraba la dueña y presidenta de la compañía editora del Post, Katharine Graham, de 74 años, que hace poco más de dos meses dejaba la presidencia ejecutiva del periódico en manos de su hijo Donald, de 45 años, antiguo redactor del diario.
Ben Bradlee comenzó a trabajar, en el Post como reportero de Sucesos a finales de los cuarenta, con un sueldo de 80 dólares semanales. En 1951, frustrado por la falta de oportunidades que el periódico ofrecía entonces, Bradlee aceptó el puesto de agregado de prensa en la Embajada norteamericana en París. Dos años después dejaba la embajada para ingresar en Newsweek como corresponsal extranjero. Tras cuatro años en la revista, Bradlee regresó a Washington como jefe de la oficina de Newsweek en la capital norteamericana, donde desempeñó un destacado papel en la venta de la publicación al entonces dueño de The Washington Post, Philip Graham. Su amistad con un joven senador, John Fitzgerald Kennedy, que en 1960 se convertiría en presidente de Estados Unidos, le valió más de una exclusiva para su publicación y consolidó su prestigio personal como periodista de primera fila.
En agosto de 1965, Katharine Graham, que dos años antes se había convertido en presidenta ejecutiva del Post tras el suicidio de su marido, le ofrecía la dirección del periódico. "Demostró tal agresividad en conseguir el cargo que pensé que, a lo mejor, necesitábamos un tipo como él", recordó Graham.
Bradlee revolucionó el periódico, hasta entonces una publicación provinciana y sin garra, hasta convertirlo en uno de los grandes periódicos del mundo, con una circulación media de 900.000 ejemplares diarios, una redacción con más de 600 periodistas y un presupuesto para gastos de información superior a los 6.000 millones, de pesetas.
El mayor éxito al frente del Post fue, sin duda, la publicación, a pesar de las presiones de todo tipo ejercidas por la Casa Blanca cerca de la propiedad del periódico, de la serie de artículos de Woodward y Bemstein sobre el escándalo del Watergate, que condujo a la dimisión de Richard Nixon en 1974.
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