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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Resaca vasca

ES EN Euskadi donde los pactos poselectorales han provocado una mayor tempestad. El retroceso de los dos socios del PNV en el Gobierno vasco dio oportunidad a Arzalluz para replantear, cinco meses después, la política de alianzas de su partido. Pero al optar por el PSOE, en perjuicio de Eusko Alkartasuna (EA) y Euskadiko Ezkerra (EE), el líder del PNV dejó en situación incómoda al lehendakari Ardanza, principal impulsor del pacto nacionalista tras las últimas autonómicas. A su vez, la pasional reacción del partido de Garaikoetxea hizo pensar -especialmente a los socialistas- en la posibilidad de una ruptura del actual Gobierno autónomo y en la hipótesis de una recomposición de la alianza de la anterior legislatura. En las últimas horas, sin embargo, la combinación de movimientos tácticos de todos los protagonistas parece haber producido una resultante que favorece la estabilización: de momento, las cosas seguirán como estaban.Arzalluz argumentó su iniciativa invocando la estabilidad de las instituciones, por una parte, y la necesaria colaboración entre los distintos niveles de la Administración vasca, por otra. Lo primero tiene que ver con la insuficiencia del pacto PNY-EA-EE para conformar mayorías suficientes en algunas instituciones, y lo segundo es una forma indirecta de referirse al problema específico planteado por el retroceso del nacionalismo en Álava. Un retroceso que permitiría articular mayorías antinacionalistas en la Diputación alavesa y el Ayuntamiento de Vitoria. Así, los resultados del 26-M, leídos desde la lógica del pacto tripartito, hubieran producido la paradoja de que uno de los tres territorios de la comunidad autónoma estaría regido por las fuerzas no nacionalistas, y los otros dos, por sendos partidos nacionalistas enfrentados entre sí. Algo sin duda descorazonador para un movimiento que aspira a la vertebración de la sociedad vasca en tomo a sus instituciones de autogobierno, y que ya ha visto cómo Navarra se separaba paulatinamente del proyecto del Euskadi nacionalista; y especialmente desalentador para el PNV, cuyo ascenso electoral no se reflejaría en una implantación homogénea. El pacto con el PSOE garantiza esa presencia al facilitar el acceso del PNV a la presidencia de las tres diputaciones y a la alcaldía de dos de las tres capitales.

Pero ello supone segar la hierba bajo los pies del partido de Garaikoetxea, que sólo se ha mantenido allá donde ostentaba la máxima representación institucional. Es comprensible, por tanto, su resentimiento, por más que, de haberse aplicado su propia propuesta -trasladar el tripartito a los ayuntamientos y diputaciones-, los motivos de queja del partido damnificado, en ese caso el PSOE, no habrían sido menores: los socialistas se habrían visto desalojados de alcaldías como las de Irún o Barakaldo, donde su mayoría es más amplia, por ejemplo, que la de EA en San Sebastián. La poco meditada respuesta de EA -bochornosa en el pleno de constitución del Ayuntamiento donostiarra y oportunista en los municipios en que dio paso al candidato de HB- hizo temer lo peor respecto al futuro del pacto contra la violencia, por una parte, y al futuro del tripartito, por otra.

Sin embargo, Arzalluz ha comprendido que forzar ahora la mano contra el eje nacionalista significaría desautorizar a Ardanza, lo que le convertiría a él mismo en un especialista en desestabilizar lehendakaris: imagen que le perseguiría ya de por vida. Por su parte, el intento de HB de acudir en auxilio de Garaikoetxea -con su oferta envenenada de concluir una alianza en la Diputación de Guipúzcoa- ha dado ocasión a EA para desmarcarse de la dinámica radical en la que parecía embarcarse: el ex lehendakari ha respondido inteligentemente que pactará con HB cuando esta formación rechace la violencia. Y el PSOE, que ha visto en peligro el pacto de Ajuria Enea, ha renunciado a desestabilizar a su socio municipal con exigencias como la de la alcaldía de Vitoria. De esta manera, y aunque todavía se mantienen elementos de tensión, la resaca ha sido contenida en límites compatibles con el. equilibrio institucional.

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