Nieblas oníricas
Ya he cargado la retina con luz fluorescente, café, naranjas, tostadas y radio, para sostenerme en estas horas del matutino. ConPasa a la página siguiente
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el despertador he dejado atrás, bruscamente, los sueños, que querían retenerme con frases y rostros que parecían sacados de una tragedia griega, personajes definitivos; frente a ello, los colores del desayuno, más enérgicos, pero más ramplones también -única sugerencia, series televisivas como Lou Grant, Hill Street, La ley de Los Angeles, donde tú eres inmaculado, corbata y camisa blanca, y sólo para combatir tu aburrimiento vital te mezclas (motivos de trabajo) con delincuentes y barrios bajos-.
Lo mosqueante es que parezco necesitar de esa tabla, de ese estrato simplista y moderno.
Será una adicción, será que le tengo miedo a mis Edipos e Hipólitos, pero sé que si me quiero tomar en serio tendré que mandar a la mierda a todos los periódicos de este mundo, a la mierda con los titulares fluorescentes y vacíos, me sumergiré en esas nieblas oníricas que corta el desayuno.
Alcemos el hacha de guerra: ¿qué es eso de que la cultura de un país se mide por el número de periódicos que consume?-
Vitoria.
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