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La difícil prueba de Argelia

El próximo 27 de junio se debían haber celebrado en Argelia unas elecciones legislativas plurales, primeras en este país desde que en 1962 logró su independencia, concluyendo con ello la primera etapa del proceso democratizador iniciado en 1988. Con ellas Argelia se habría convertido en uno de los primeros países del mundo árabe en que unas elecciones generales eran susceptibles de influir en la formación del Gobierno. El establecimiento del estado de sitio, la suspensión de los comícios y la necesidad de recurrir al Ejército para controlar la situación desencadenada por las movilizaciones islamistas han convertido lo que tendría que haber sido un paso decisivo en la consolidación de la frágil transición argelina en una marcha atrás de consecuencias imprevisibles.Hace exactamente un año, el 12 de junio de 1990, una primera cala electoral en el ámbito municipal permitió a Argelia iniciar su andadura liberal pluripartidista celebrando unos comicios que pudieron desarrollarse con normalidad y cuyo resultado dio la victoria al Frente de Salvación Islámico (FIS), de tendencia islamista. ¿Qué es lo que ha ocurrido en junio de 1991 para que las reglas del juego se hayan roto truncando el proceso político argelino?

La transformación política en Argelia nació vinculada a los cambios económicos que el fin del Estado providencia impuso cuando los sustanciosos ingresos del petróleo durante los años setenta se redujeron estrepitosamente en los ochenta. A la era Benyedid le ha correspondido hacer frente al pospetróleo optando por impulsar una progresiva liberalización de la economía, cuyos reajustes han sido traumáticos en una población de gran disparidad social y a la que no se han ofrecido opciones para subsistir al margen del Estado protector. Las dramáticas revueltas de octubre de 1988 pusieron de manifiesto que la crisis era demasiado profunda para que el partido-Estado (FLN), ampliamente desacreditado, pudiese pretender resolverlo solo. Doce días después de los levantamientos, el presidente Benyedid, en su discurso a la nación, consideraba que había llegado el momento de democratizar el régimen, ya que no era posible "proceder a las reformas económicas sin abordar las políticas".

Desde aquel octubre negro, Argelia inició una transición democrática que si bien ha ido muy lejos en los cambios (abandono de la vía socialista a favor de un marco político pluripartidista, división de poderes, expansión de las libertades públicas e individuales), ha encontrado en el carácter otorgado que la caracterizó la raíz de su debilidad y deficiencias. Esto ocurrió, en parte, porque el impulso de la transición no fue fruto de la presión de una oposición fuerte, reconocida y representativa que avalase con su consenso el cambio, entre otras razones porque tal oposición ni era fuerte ni fue reconocida. Y en parte porque el objetivo de dicha transición, gestada por el propio sistema, era también salvar a la tradicional clase dirigente, manteniendo para ello un Parlamento exclusivamente del FLN encargado de elaborar y aprobar las enmiendas constitucionales y el nuevo marco legal democrático, sustrayendo a la transición su valor constituyente.

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La legalización de más de cuarenta partidos políticos, incluida la tendencia islamista encabezada por el FIS, mostró una decidida voluntad democratizadora por parte del poder, que no se acompañó de una reglamentación electoral ecuánime, lo que, sin embargo, tuvo el efecto bumerán de ayudar a la victoria del FIS en las elecciones municipales de 1990.

Los comicios locales del año pasado pusieron de manifiesto una escena política argelina caracterizada por la bipolarización entre el FLN y el FIS, lo que, principalmente, es causa de dos factores. Uno de orden estructural, porque el primero se beneficia de su anterior condición de partido-Estado, y el segundo de su implantación de facto a través de mezquitas, escuelas... desde antiguo, mientras los partidos recientemente creados apenas han tenido tiempo de organizarse y extender su implantación nacional; y otro de orden estratégico, por el que se busca neutralizar a las demás fuerzas políticas estableciendo la disyuntiva de o yo o el diluvio, ya sea éste el islamismo o el antiguo régimen, respectivamente. Las elecciones pasadas mostraron el fracaso de tal táctica para contener el islamismo, mientras que la.. existencia de otras fuerzas políticas con verdadera carta de naturaleza podría haber amortiguado la prepotencia que caracteriza el comportamiento político del FIS.

Asimismo, la ley electoral, elaborada para beneficiar a la formación política mayoritaria, cuyo destinatario debería haber sido el partido en el poder, erré el blanco. La división interna del FLN lo invalidó para convertirse en una fuerza hegemónica, y el voto de castigo que la población argelina le infligió repercutió a favor de las listas electorales islamistas. Las elecciones de 1990 pusieron sobre todo de manifiesto el gran descontento contra los representantes de un sistema que, amputado de una parte de sus medios de reparto, era sólo percibido desde el ángulo de las desigualdades. Por el contrario, es en la justicia distributiva que pregona el FIS -cuya concreción está por demostrar- donde reposa la base de su apoyo entre el gran sector social marginado del reparto.

Como también puso de manifiesto la guerra del Golfo, es en esas distancias entre países ricos y países pobres y en las profundas disparidades socioeconómicas en el ámbito del Estado nación donde hoy día se encuentra la raíz de buena parte de las cuestiones que conciernen al mundo árabe actual.

Desde los resultados de las elecciones locales, Argelia ha vivido un año de precampaña electoral en que toda acción política interior o exterior ha estado mirando a las futuras elecciones generales, que finalmente se fijaron para junio de este año.

Por un lado, el Gobierno argelino, además de impulsar la renovación del FLN, se concentró en la puesta en práctica de las reformas para liberar la maquinaria económica del país, reactivar la inversión, crear empleo y aplicar medidas de protección social a fin de acortar la ventaja electoral del FIS y potenciar la credibilidad en el antiguo partido único.

Unido a esto han sido legalizados hasta ocho grupos islamistas distintos del FIS, lo que sin duda ha de contribuir a debilitar a este grupo, de por sí fraccionado entre sus alas radical y moderada y enfrentado a las protestas que comienzan a manifestarse por el marasmo de su gestión municipal.

Finalmente, la ley electoral ha sido transformada a favor del principio electoral mayoritario a dos vueltas, de manera que se ha optado por un código aceptado universalmente como democrático y del que solamente cabe lamentar que no haya sido el adoptado desde un primer momento, sino que haya sido el resultado del fracaso en su misión de la ley electoral anterior. Porque son estas deficiencias a la hora de aplicar la democracia, esas dudas del poder establecido a la hora de competir por el gobierno del país, las que impiden el arraigo de la ciudadanía en el proceso, y sin embargo, ofrecen bazas a esas fuerzas políticas que promueven la desestabilización cuando consideran que las reglas del juego no les van a ser favorables.

Quizá esta convocatoria electoral, como apuntaron algunas formaciones políticas, no reunía las condiciones de estabilididad necesarias, sobre todo con una ciudadanía apenas repuesta de la excitación nacionalista de la guerra del Golfo, durante la cual el FIS hizo gala de virulentas manifestaciones contra el sistema. Pero, de cualquier forma, los lamentables sucesos que estos días han hibernado la democratización en Argelia revelan que ésta no podrá seguir adelante si sus actores políticos no asumen un compromiso de tipo institucional que implique la aceptación de normas y procedimientos que excluyan la victoria preconcebida de cualquiera de ellos. Si el partido en el Gobierno no se reafirma en esta línea, no tendrá fuerza legitimadora para reimpulsar el proceso, y si el FIS no asume sin ambigüedades esta regla del juego, mostrará que su tendencia autocrática prevalece sobre el respeto de los valores democráticos y que éstos sólo son aireados cuando sirven a sus intereses.

Gema Martín Muñoz es profesora del departamento de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid.

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