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CRISIS EN EL MAGREB

El Ejército se retira de las calles de Argel

El Ejército empezó, en la noche del viernes al sábado, a retirarse de las calles de Argel, horas después de que el líder del Frente Islámico de Salvación (FIS), Abassi Madani, desconvocara la huelga general indefinida y de que el presidente del Gobierno anunciase la celebración de las elecciones legislativas y presidenciales antes de finalizar el año. Ayer Argel recuperó su normalidad y los comercios abrieron sus puertas.

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Una hora después de que se iniciara el toque de queda (dos de la madrugada, hora local), los carros de combate apostados en las calles de Argel empezaron a maniobrar y formaron una larga columna que se dirigió hacia los cuarteles situados en lo alto de la ciudad. En medio de un estruendo ensordecedor, los tanques abandonaron provisionalmente la capital cuando apenas se cumplían 72 horas de su aparición.La retirada de las tropas coincide con la desmovilización de los integristas argelinos y la llamada del imam Abassi Madani a poner fin a la huelga general indefinida convocada desde el pasado.25 de mayo. Los imanes de algunas mezquitas llamaron por la noche a los ciudadanos a que se respetara el toque de queda, rectificando de esta manera anteriores consignas de desobediencia al Ejército.

Las calles de Argel han recuperado la total normalidad. Los comercios han abierto sus puertas. La mayor parte de las basuras que se amontonaban en las aceras han sido ya recogidas. Quedan, sin embargo, en las calles y en las plazas las huellas evidentes de los incidentes y enfrentamientos. Cristales rotos, piedras, barricadas y sobre todo la indignación de un gran sector de la población por el comportamiento vandálico de algunos sectores integristas y marginados.

Gobierno de unidad nacional

Una vez levantado el toque de queda, sólo quedaron pequeños retenes de tropas en la plaza del Primero de Mayo y en la explanada situada ante el palacio gubernamental.

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Mientras, Sid Ahmed Ghozali, el nuevo primer ministro, prosigue sus contactos y conversaciones con las fuerzas de la oposición, en un intento de formar el nuevo Gabinete de unidad nacional con el que gestionar el país durante el periodo de transición y hasta la celebración de las elecciones legislativas y presidenciales, que se celebrarán por separado antes de finales de este año.

La clase política argelina empieza a hacer análisis de lo acaecido durante los últimos días. Para el Frente Islámico de Salvación la batalla ha finalizado con una victoria de los integristas. Esto es, al menos, lo que afirman sus correligionarios y simpatizantes. Sin embargo, la impresión más extendida no es que el FIS sea el triunfador de este conflicto, sino todo lo contrario. Ni una sola de sus reivindicaciones ha sido aceptada: elecciones presidenciales junto con las legislativas, retirada de las leyes electorales y creación de un organismo de control de la consulta. Pero sobre todo el FIS ha perdido en este conflicto credibilidad, lo que sin duda quedará reflejado en las próximas elecciones legislativas y presidenciales.

Se ha puesto en evidencia que las únicas fuerzas del FIS son las obtenidas a través del control de las mezquitas y de un ambiguo y complejo magma social, en el que coinciden los islamistas, los parados y desheredados.

Incluso el servicio del orden, una pieza clave y que gozaba hasta ahora de un gran prestigio, ha quedado desbordada y se ha mostrado ineficaz, ya que durante el desarrollo de los incidentes no ha podido filtrar los elementos incontrolados e irresponsables.

El segundo gran perdedor de esta nueva batalla de Argel es el propio presidente de la República, Chadli Benyedid, que en un plazo de tres años se ha visto obligado ya en dos ocasiones a llamar al Ejército para que restablezca el orden y la seguridad ciudadana. Se trata de una decisión contradictoria con su proyecto democratizador de la vida política argelina.

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