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TENIS / ROLAND GARROS

Arantxa no pudo repetir la magia de 1989

Alex Martínez Roig

Arantxa Sánchez Vicario no pudo repetir su tarde mágica de 1989 en la final femenina de Roland Garros. Mónica Seles (Yugoslavia), la número uno mundial, la derrotó por 6-3 y 6-4 en una hora y 29 minutos. El partido sólo tuvo la intensidad del de hace dos años en el último juego, que se prolongó durante 19 minutos. Arantxa tuvo cuatro ocasiones para romper el servicio de Seles y colocarse con 5-5, y sólo se doblegó en la cuarta pelota de partido de la yugoslava. Arantxa se llevará un total de 23,8 millones de pesetas por ser finalista en individuales y semifinalista en dobles femeninos y mixtos. Seles, que también ganó el torneo en 1990, recibió 41 millones.

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Arantxa no pudo cerrar el mejor torneo de su vida con su segundo triunfo en Roland Garros. Tuvo sus oportunidades, estuvo muy cerca de conseguirlo, pero falló en tres momentos claves. Con 21 en el primer set se desconcentró al discutir con el juez de silla una bola dudosa; con 4-1 a su favor en la segunda manga no acertó con los golpes ganadores; y con 4-5, Seles no la dejó aprovechar las cuatro bolas de que dispuso para igualar a cinco.Si lo hubiera conseguido, otro partido habría comenzado ' porque la yugoslava comenzaba a dar muestras de fatiga. Seles se vació para conseguir remontar ese 4-1. Pero es la número uno y lo demostró arriesgando al máximo al final. Sabía que no podía permitirse que el partido se alargase más.

Arantxa comenzó el partido a toda velocidad, como había jugado durante todo el torneo. Pero la racha se frenó con el incidente con el juez de silla. Fue en el cuarto juego del primer set. En el juego anterior, con 2-0 a su favor y saque de Seles, Arantxa había enviado fuera, apenas por centímetros, tres bolas muy dudosas. Cuando tenía el servicio y 15-0, se le fue otra bola larga, también muy ajustada. Arantxa perdió los nervios y estalló. "¡No, hombre, no!", dijo, dirigiéndose al juez de silla. Golpeó furiosamente la red con su raqueta e inició una larga protesta que la descentró por completo. Todavía enfadada, la española perdió el juego sin sumar ni un solo punto más y cometiendo doble falta.

Al margen de que Arantxa no tenía razón en esa protesta concreta -la bola había sido larga-, ese incidente rompió su extraordinario ritmo inicial. Sus dos primeros juegos fueron sensacionales. Rompió el saque de Mónica Seles en el juego inicial y conservó el suyo sin problemas. Movía a la yugoslava de un lado a otro, impidiendo que llegase con comodidad a golpear la bola. Y arriesgaba sólo cuando era absolutamente necesario.

Evitar la derrota

Después del incidente, Arantxa ya no fue capaz de recuperar el juego y la concentración del comienzo hasta casi al final, cuando luchó desesperadamente por evitar su derrota. La tensión pudo con ella durante unos segundos y eso, en una final de un torneo del Grand Slam, puede pagarse muy caro.

Cuando se levantó la presión de Arantxa, Mónica Seles entró a fondo en el partido. Al coger su raqueta con dos manos, golpea tan fuerte de derecha como de revés, pese a que es zurda. No tiene un punto débil y Arantxa, aunque siguió construyendo buenas jugadas, se vio desbordada por el juego de ataque, desde el fondo, de la tenista yugoslava, que le rompió el saque en el octavo juego y cerró la primera manga en 34 minutos.

La violencia en los intercambios fue extrema, algo difícil de ver en un partido femenino. Seles golpeaba muy largo y a ras de red, y Arantxa se la devolvía aún más fuerte. Las dejadas y contradejadas, buscando romper el ritmo, eran continuas en los dos lados.

Bajón de Seles

En la segunda manga, Arantxa volvió a tener otra oportunidad. Aprovechando un bajón de Seles, Arantxa se escapó con una ventaja de 4 a 1. Fue la primera vez que lanzó su famoso grito de guerra: "¡Vamos!". Pero, a diferencia de lo que sucedió durante el resto del torneo, la española levantó el pie del acelerador. No jugaba tan alegre, tan segura de sí misma. Cometió demasiados errores directos -47por 29 de la yugoslava- y permitió una segunda recuperación de Mónica Seles, que la igualó a cuatro juegos.

Y entonces reapareció la garra de 1989. Con 5-4 y el saque para la yugoslava, la española se negó a marcharse. Fue el mejor juego del partido y duró una barbaridad para el tenis femenino: 19 minutos, lo que a veces tardan las mejores en ganar un set en las primeras mangas.

Arantxa tuvo cuatro bolas para empatar a cinco juegos, y eso podría haber cambiado el partido. Le faltó un poco de suerte en algunas bolas y le sobró la extraordinaria defensa de Seles, una número uno que, a diferencia de Steffi Graf, resiste la presión de los momentos importantes.

Arantxa enardeció al público corriendo detrás de bolas imposibles y alcanzándolas con la punta de la raqueta. Contra cualquier otra jugadora, Arantxa habría ganado ese juego y habría tenido la oportunidad de dar la vuelta al partido. Con Seles fue imposible. La yugoslava golpeó cada bola con la fuerza de una violenta bofetada. Las dos apostaban a todo o nada. Fue un juego de ruleta rusa. Y perdió Arantxa, en la cuarta bola de partido, como podría haber perdido Seles.

El análisis de la final, sin embargo, no puede ser más optimista para Arantxa Sánchez Vicario, pese a que haya perdido. Durante todo el torneo ha jugado mucho mejor que en 1989, demostrando sus enormes progresos. Su tenis está ya muy cerca del nivel de las tres mejores: Steffi Graf, Mónica Seles y Gabriela Sabatini.

Ayer, aunque perdió, Arantxa ganó una apuesta consigo misma. El triunfo de 1989 no fue una casualidad y puede repetirse en cualquier momento. Y eso, quizás, sea tan importante como haber llegado a la final de Roland Garros por segunda vez en su vida.

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Sobre la firma

Alex Martínez Roig
Es de Barcelona, donde comenzó en el periodismo en 'El Periódico' y en Radio Barcelona. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Deportes, creador de Tentaciones, subdirector de EPS y profesor de la Escuela. Ha dirigido los contenidos de Canal + y Movistar +. Es presidente no ejecutivo de Morena Films y asesora a Penguin Random House.

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