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Muertos de hoy, sobre los muertos de ayer

Los palestinos de Líbano confían en que los ataques israelíes, no anuncien otra invasión

La fuerza aérea israelí ya debe saber que el palestino Saleh El-Beitán estaba a punto de cumplir los 18 y que tuvo que ser enterrado dos veces. Es prácticamente imposible que a los ordenadores de los aviones de reconocimiento que sobrevuelan día y noche el sur de Líbano se les hayan escapado los piquetes que empapelaron las paredes del campo de refugiados de Ein El-Helweh con fotografías del joven Saleh y tres de sus camaradas de Al Fatah, consejo revolucionario de Abu Nidal. Al pie de cada foto, las fechas de nacimiento de cada uno en grandes números negros.

El homenaje incluyó un segundo funeral simbólico el jueves al mediodía, dos días después de que Saleh y sus compañeros se lanzaran en una camioneta destartalada a derribar Phantoms israelíes sin más arma que una batería soviética de la segunda guerra mundial. Un cohete israelí despedazó a Saleh y sus amigos mucho antes de que se les agotara la munición. "Fue imposible reconocerlos", cuchicheó ayer un guerrillero musculoso y taciturno que acudió al rescate de los cadáveres tras la batalla del martes. "...Piernas, brazos, trozos de carne y piel por todas partes. Enterramos lo que había, enseguida. Había que ahorrarles ese horror a los pobres parientes". Y luego, con tono igualmente triste: "Si hubieras visto cómo quedó nuestro Toyota...".Los carteles de los héroes de los palestinos duran poco en los campos de refugiados del sur de Líbano. Y no sólo porque el sol meridional en verano puede blanquear los coches mejor esmaltados. Años de ataques israelíes, luchas internas y asesinatos más o menos perfectos siguen nutriendo a las imprentas de Sidón. Pelando las empapeladas paredes de Ein El-Helwh, uno puede terminar topándose con héroes de ayer que tienen mucho que ver con lo que sucede hoy a los palestinos en Líbano. Debajo de las novedades de esta semana -ambiguas fotografías de carné de más de una docena de viejos y jóvenes guerrilleros palestinos muertos en los más violentos bombardeos israelíes en casi una década- está por ejemplo, el retrato sonriente de Abu Yihad. En más de una esquina, el veterano líder militar de la OLP asesinado por los israelíes en Túnez en abril de 1988, fue efímeramente eclipsado por una capa de engrudo que sostuvo la foto a todo color de Sadam Husein mientras estuvo de moda, porque la gente de Ein-Helwhe también le creyó cuando decía que la victoria de Irak en el Golfo estaba asegurada y que el glorioso ejército iraquí les devolvería Palestina.

Temor a la invasión

Tal vez Yasir Arafat cabalgó junto a Sadam avalando las fantasías de Irak. Cuando el líder de la OLP insiste en que la contundente campaña aérea de Israel en Líbano no es sino el prólogo de una nueva invasión israelí, a muchos comandantes guerrilleros les toca atenuar el temor de la población civil.

A los palestinos que llevan sus preocupaciones a las modestas oficinas del Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP), por ejemplo, se les ve sa lir algo aliviados, tras un elemental ejercicio de lógica.

Cierto, los bombardeos de esta semana sólo son comparables en intensidad a los que precedieron a la invasión de junio de 1982. Al margen de los 22 muertos y cerca de 80 heridos, los cazabombarderos israelíes han destruído buena parte de la infraestructura de la guerrilla palestina en los alrededores de Sidón. Y también es cierto que el estado judío se siente amenazado por el pacto que acaba de consolidar los vínculos históricos entre Siria y Líbano, y que amplía considerablemente el papel de Damasco sobre una zona crucial para la seguridad de Israel.

Pero si en Oriente Próximo a menudo conviene creer sólo la mitad de lo que se dice, la penosa experiencia libanesa aconseja dar sólo un tercio de crédito a lo que se ve.

"Las bombas que caen aquí tiene sólo un valor político", afirma Yahya Taha, el portavoz de FPLP. Taha está entre los que defienden la teoría de que el Gobierno Shamir, por más empeñado que esté en detener el brío de la recuperación de la guerrilla palestina en Líbano, sencilla mente no puede permitirse el lujo de embarcar a Israel en una ope ración semejante, en magnitud militar y coste político, a la invasión de 1982.

Inseguridad israelí

Como varios otros políticos palestinos y no pocos analistas libaneses, Taha detecta también lo que describe como síntomas de inseguridad de parte israelí en cuanto a la capacidad de sus bien pagados aliados libaneses, los milicianos del llamado Ejército de Líbano del Sur (ELS).

Capitaneados por el ex general cristiano Antoine Lahad, los aproximadamente 4.000 pistoleros armados, entrenados y uniformados por Israel, siguen sien,do carne de cañón. El ELS está en la primera línea de defensa de la franja de más de 870 kilómetros cuadrados que el ejército israelí ocupa en el sur de Líbano en abierto desafio a la resolución 425 que la ONU aprobó sin mayor efecto en 1978.

En el cálculo de quienes no creen en una nueva invasión, también navega la idea de que, según van las cosas en Líbano, es posible que los seguidores de Lahad decidan abandonar a sus amos, colgar el fusil y sumarse al proyecto de paz que el Gobierno pro sirio del presidente Elías Haraui impulsa con apoyo de la Liga Árabe, Washington, Moscú y la Comunidad Europea.

Según el Gobierno libanés y los palestinos, y buen número de gobiernos árabes, Israel va a cumplir su promesa de continuar bombardeando los campos de refugiados porque está empeñado en sabotear el plan de paz en Líbano para quedarse, más que con tierras ajenas, con el control de los ríos del sur.

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