La verdadera estafa
Lector asiduo de Haro Tecglen desde las remotas y censuradas páginas de Triunfo, admirador de su estilo literario -como de su esotérica administración de los dos puntos- y discrepante conspicuo de su irreprimible fervor hacia estrellas rojas y cincopunteras en trance de convertirse en agujeros negros, me mueve un imperativo cuasifisiológico por salir al paso de la muletilla que se ha sacado de la manga durante la reciente guerra del Golfo: La guerra, qué estafa.Un poco de objetividad. La traumática búsqueda durante 70 años, 70, del hombre nuevo, paradigma del marxismo-leninismo
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más ortodoxo, con su cortejo de víctimas directas (cinco o seis decenas de millones -J. M. Colomer dixit-, incluídos los kulaks expropiados y desterrados que al dejar desiertas las tierras condenaron a hambre crónica a otras decenas de millones más), mentiras sacralizadas que convirtieron en eunucos mentales a cientos de millones de ingenuos, aparatchiki ineficaces, nomenklaturas voraces, inquisidores de almas e ideas, amén de decenas de millones úiás del Tercer Mundo sumergidos, por arte del embuste dialéctico, en la miseria y el despotismo de tiranuelos rojos disfrazados de liberadores, paraísos gulag con alternativas de hospital psiquiátrico, terrorífico e incesante rearme -a cualquier precio- para reducir al rebelde, al disidente al refractario a su mensaje... Ésta sí que es la gran estafa, la mayúscula estafa de nuestra historia.
¿Y todavía añora usted los rojos astros que hoy revientan de muerte y desolación? Reservemos nuestro réquiem para estafas más victimadas.
Con esto -y con todo- me sumo a los muchos lectores que desean comenzar cada día con la siempre sorpresiva columna de H. T., que, al menos a mí, me habla de muchas más cosas que aquellas por las que le pagan -la televisión- y que maldito lo que me interesan.Desde Leonardo no hay pecado estético en admirar la forma, aun subestimando el contenido. Y su forma-fórmula-formato es, en verdad, magistral.- Tomás Vidal.
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